Máximo Pacheco: Chile «cambió profundamente y todavía no lo entendemos bien»

Feb 3, 2014

"Las empresas están sometidas a la obligación de comprender los cambios, leerlos bien para tener éxito". "Veo un país con alto estrés. Se nota en cómo la gente te tira el auto encima, cómo en el supermercado se salta la fila para pesar la verdura".

(La Segunda) Abre la puerta de su departamento y unos cuadros árabes saltan a la vista.

El living es el de un piloto tipo, salvo por los adornos que hay en la estantería: souvenirs de varios lugares del mundo y un par de espuelas chilenas. Como telón de fondo, una foto de los rascacielos de Nueva York empapela una pared del comedor.

Máximo se ríe porque sabe que ese hábitat no le pega . Pero tampoco es que lo mire: para lo único que tiene ojos es para las fotos de sus “niñitas”, las cuatro hijas que tiene con Soledad Flanagan y que tienen, desde septiembre, a sus padres de vuelta en Chile después de una década viviendo primero en Brasil y luego en Bélgica.

Por ellas también llegó a este departamento. Porque es la puerta del frente del lugar en que vive su hija menor, la “Solcito”. Se lo compró al dueño el día de la Navidad, un libanés que se enamoró y partió de vuelta a su tierra para casarse. Tan enamorado, que hasta se lo vendió con la cama hecha y la despensa llena.

Ahí está instalado Máximo Pacheco Matte -empresario, militante PS, ex Mapu-, mientras arregla la casa que se compró en El Golf y el gobierno de Piñera termina sus días para iniciar una nueva administración Bachelet. De ella, hay varios tazones sobre el escritorio. Y todas las rumas de papeles sobre la mesa son documentos que el futuro ministro de Energía estudia para asumir, energéticamente, el 11 de marzo.

De eso no quiere hablar una palabra, a pesar de que el entusiasmo por su nuevo desafío lo desborda. La prueba que tiene por delante es tan grande como la escasez energética que enfrenta Chile. Y por eso está estudiando, escuchando. Y apagando luces porque la cosa se viene dura. Para él, la única forma de salir del entuerto es logrando consensos. Una apuesta para la que, adelanta, va a desplegar todos sus esfuerzos, talentos e imaginación.

Hay un punto que sí quiere aclarar: por muy Matte que sea, nada tiene que ver con los dueños de Colbún y la Papelera. Su parentesco con ellos es de séptimo grado. De hecho, la máxima relación que tiene con ellos es haber dirigido una empresa de la competencia: Internacional Paper.

-¿ Por qué un alto ejecutivo como usted decide volver?

-Eso para mi tiene una respuesta fácil. Primero, porque soy profundamente chileno. Mis raíces están aquí y me pareció importante volver a Chile no al final de mi carrera, de bastón, a hacer la vida de un jubilado. Quería volver con energía para emprender nuevos caminos. Porque me siento lleno de energía.

-Pero le quedaban solo cinco años para jubilar como presidente de IP para Europa, Medio Oriente, Africa y Rusia…

-Pero como les dije a mis hijas, esta decisión no se puede tomar con calculadora en mano, sino por otras motivaciones. Es una decisión afectiva, familiar y de lo que tú quieres hacer en la vida.

-Y coincidía con un cambio de gobierno, ¿estaba en su mente el servicio público en esta idea de “emprender nuevos caminos”?

-Absolutamente. Volví a Chile porque me parecía que después de diez años fuera, era lo que correspondía desde el punto de vista familiar y especialmente por mi señora que llevaba mucho tiempo acompañándome en una vida que, cuando uno es abuelo, toma otras dimensiones. Yo veía que esto para ella era un tema importante, que, por ejemplo, iba a nacer un nieto y uno no sabe si se va adelantar o no, o que después nace y cuesta mucho partir… Para mí también eso ha sido fantástico: por primera vez pude estar en el parto de una de mis hijas. Nunca imaginé que iba a ser uno periodo tan largo afuera. Lo disfrutamos y lo tomo como una partida en el momento más alto de mi carrera, pero también de mi satisfacción. Estaba realizado.

-¿Cuándo dijo “suficiente”?

-Mira, al final lo que uno le pide a la vida, es que sea feliz. Y es re difícil. Yo he aprendido que tal vez, para ser feliz, uno tiene que aprender a administrar, a moderar y a limitar sus ambiciones. Me pareció que era importante hacerlo ahora y salirse del juego.

– ¿Y se siente feliz con la decisión?

-Muy. Siempre tuve dudas de qué me iba a pasar al volver.

El 2012, por ejemplo, dormí 205 noches en hoteles . Es una vida de aeropuertos, de viajes, de cruzar el Atlántico, de atravesar Siberia, de recorrer zonas enormes. Era una responsabilidad de mucha adrenalina, y a veces no sabía en qué hora de mi metabolismo ni de mi sueño me encontraba. Entonces, siempre pensé que cuando volviera a Chile y me estableciera en un lugar sin hoteles y sin aviones esto podría traer un bajoneo . Y no ha sido para nada. No me ha venido ningún arrepentimiento, ninguna forma de disonancia cognitiva.

Además, lo he pasado muy bien. Hace muchos años que no tenía un periodo como éste, de reintegración. De escuchar, mirar, recorrer Chile, conversar con mis amigos que no había visto hace años.

-¿Qué vio al llegar a Chile? ¿Con qué se encontró?

-Yo no viví la cotidianidad, pero siempre me mantuve conectado. No me olvido del consejo que me dio Cristián Zegers, entonces director de La Segunda, hoy de El Mercurio. “Mira, cuando tú vuelvas, no te van a preguntar mucho cómo te fue, así es que te voy a dar un consejo para que lo pases bien a la vuelta: preocúpate de leer todos los días el Top Secret.

-¿Y lo leía?

-Claro. Y así toda la prensa. También llamaba todos los días a mi padre. Cuando murió, hace dos años, dije que tal vez una de las cosas que más iba a echar de menos era el resumen diario de El Mercurio que él me hacía.

Siempre tuve mucho miedo de la expatriación, porque vi a mi lado cómo fue el exilio. Pero también conocí las dificultades del retorno. Tuve mucho respeto a la repatriación, porque vuelves a un país que asumes que conoces, pero no has visto los cambios.

-Y ha habido muchos.

-Chile cambió profundamente. Y creo que todavía no lo entendemos bien. Por eso me han servido estos meses para escuchar, mirar.

-¿Qué es lo que más le ha llamado la atención?

-Lo primero, es que Chile es un país muy exigido, con alto estrés. Se nota en cómo la gente te tira el auto, cómo no te deja salir del metro y quiere entrar primero, cómo en el supermercado se salta la fila para pesar la verdura, o se sube antes que tú al ascensor cuando tú has llegado primero. Y también veo un país muy exigente. Mucho más que en el pasado.

-Eso es bueno.

-Muy bueno. Me acuerdo cuando era niño, que la gente en el campo decía “nací pobre y moriré pobre”. Hoy hay una necesidad de progresar.

-Esa exigencia la va a ver más desde el gobierno.

-Yo le tengo mucho respeto al servicio público. Escuché desde niño lo difícil que era gobernar y lo importante que es preocuparse del país. Mi papá me enseñó a querer este país, y yo tengo una deuda con él por eso.

“No hay que construir fantasmas”

-En el pasado, cuando Lagos llegó al gobierno, Ud. asumió un rol de puente con los empresarios que tenían ciertos temores por el nuevo gobierno. ¿Cómo ve ese clima hoy, frente a la llegada de Bachelet ?

-Chile cambió. Ese es mi punto de partida. Hoy hay una sociedad democrática que tiene sus formas de procesar los asuntos y no requiere intermediación de ese tipo. Y ese cambio también está desafiando y exigiendo a las empresas. Las empresas están sometidas a la obligación de comprender los cambios ocurridos, de leerlos bien para ser exitosos. En el mundo empresarial cada vez más noto una preocupación por leer bien esos cambios y no equivocarse, no construir fantasmas, no prejuiciar, no quedarse en miradas estrechas, y no descuidar asuntos que son cruciales, como es tratar bien a la gente, cuidar el medio ambiente y tener buenas relaciones con las comunidades. Veo una disposición a entender bien los cambios que han ocurrido, porque es muy difícil imaginar que vamos a ser exitosos en este cuadro si las empresas se quedan atrás.

-¿Y esos cambios pasan por subirse a los planteamientos del gobierno como la reforma tributaria o fin del FUT?

-Yo no quiero entrar a hacer análisis político. No me corresponde. Sí quiero decir que la Presidenta Bachelet tiene un mandato muy claro y categórico de la sociedad que la respaldó con el 62% de los votos, con un programa que tiene lineamientos que recogen muy bien las necesidades de cambio que los chilenos han expresado. Entonces, creo que efectivamente hay espacio para construir acuerdos que nos permitan empujar los cambios, porque eso es bueno para Chile.

-El programa de Bachelet plantea un gran acuerdo de política energética.

-No voy a entrar a los temas de la cartera que asumiré. Me estoy preparando para hacer lo que la Presidenta nos pidió, que es trabajar, trabajar y trabajar. Tengo un compromiso total con el programa de gobierno y pondré todo mi entusiasmo, imaginación y competencias para, espero, ser un muy buen ministro de Energía.

“La sociedad ya no soporta esta desigualdad”

-Ud. habla de la importancia del cuidado del medio ambiente, de los trabajadores, de las relaciones con la comunidad. ¿Cómo las vivió desde su cargo en una papelera?

-No quiero hablar mucho de mí, pero por lo que he visto en estos años, estos temas tienen que ser enfrentados en forma muy seria y profunda. En Brasil, por ejemplo, se ha hecho un enorme esfuerzo por permitir la movilidad social, a pesar de la enorme desigualdad que tiene. Esto se expresa en que tuvo un Presidente que fue dirigente sindical, que tuvo su primer par de zapatos cuando tenía 12 años. Y las empresas brasileñas son un tremendo espacio para la movilidad social. Me tocó mucho encontrarme con gerentes generales de grandes empresas que habían comenzado sus carreras como junior. Eso tiene mucho valor, porque las empresas tienen la obligación de seleccionar a la gente, pero apoyarlas en su crecimiento.

-¿Y ve que en Chile hay un cambio en ese sentido? ¿Existe la meritocracia?

-Las comparaciones son siempre odiosas, pero no tengo dudas de que hay un enorme espacio para mejorar.

De las experiencias interesantes que tuve este tiempo, es vivir en una ciudad donde las brechas de la desigualdad no son extremas. Eso tiene un enorme valor social y para tu vida privada. Europa es el lugar del planeta donde hay menos desigualdad y los mejores índices de movilidad social.

-Entonces debe ser bien angustioso llegar y ver que aquí sigue siendo muy desigual.

-Es profundamente angustioso. Y creo que una de las cosas en que más ha cambiado la sociedad chilena es que no soporta seguir viviendo con esta brecha de desigualdad. Hay una profunda frustración con esto.

También me tocaba ir mucho a Rusia, y aprendí así la importancia de la diversidad. Trabajaba con alemanes, franceses, marroquíes, rusos, libaneses, etc… y se aprende a valorar a la gente por lo que es. No se les pregunta si es del Saint George o del Instituto Nacional. Es irrelevante.

Allá hay un respeto por el mérito y vengo con enorme entusiasmo a Chile para poder conducirme con ese estilo. Me encantaría que lo que aprendí en términos de respeto a pensar distinto, a las buenas ideas, se refleje aquí.

¿Si seguiré siendo puente con los empresarios? Me encantaría poder seguir haciendo esta gestión como una oportunidad de entender lo que están diciendo los otros e incorporarlo a la solución.

-¿Cuál es la forma más eficiente de combatir la desigualdad? ¿Educación? ¿Trabajo?

-Es un enfoque. Es cómo tú resuelves los temas, es participación, es ser inclusivo. Es una buena idea.

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