La huelga a 650 metros bajo tierra

Ago 24, 2015

Cartones como camas, humedad, frío, el temido grisú y letrinas. Así viven su protesta los 73 mineros la mina de carbón Santa Ana, en Curanilahue.

(La Tercera) «Mineros y familia, por un trabajo digno!”, dice uno de los tantos lienzos colgados en el ingreso a la mina Santa Ana, en la Región del Biobío. El yacimiento es escenario de una singular huelga, en que 73 mineros se niegan a salir a la superficie mientras no tengan respuesta a sus demandas.

Los trabajadores denuncian sueldos impagos y cotizaciones irregulares, en una deuda que, según ellos, sería cercana a los $ 400 millones. Durante la semana el arzobispo de Concepción, monseñor Fernando Chomali, visitó a los mineros e indicó que “vamos a golpear todas las puertas para que de una vez por todas se solucione este problema”.

La mina se ubica ocho kilómetros al sur de Curanilahue, en la provincia de Arauco. Inició sus operaciones el 7 de enero de 2009 y, desde ese mismo día que Melanio Muñoz (61) trabaja en el yacimiento. Sus manos agrietadas y resecas dan cuenta de los más de 20 años de trabajo. Por su edad y condiciones de salud no pudo seguir a los otros 73 compañeros. “Si pudiera estar abajo lo haría, es una causa justa, pero los años pesan”, dice.
El pasado martes 11 de agosto, a las 23.00, los 180 funcionarios de la Santa Ana decidieron paralizar sus actividades. Pero no sólo eso. También llevaron a cabo una arriesgada medida de presión: 73 de ellos permanecieron adentro, instalando una huelga a 650 metros de la superficie. La Tercera bajó para conocer su historia.

Por razones de seguridad, al igual como lo hacen a diario los tres turnos de trabajadores del pique, para ingresar se debe llevar puesto un casco con foco. También guantes y zapatos de seguridad. La mayoría, sin embargo, no los tiene.

En la “yegua”, como todos llaman al carro de arrastre, se llega hasta los 520 metros de profundidad. Luego, se camina. “Generalmente la usamos para subir, hacerlo a pie demora al menos 30 minutos”, dice un minero.

El piso está cubierto de barro y piedras. Los túneles están afirmados con vigas que parecen delicadas. Hay una bandera chilena, apostada a 600 metros. Los mineros aseguran que, como no han tenido respuesta, se trasladaron 100 metros más abajo. “Si no tenemos solución, vamos a seguir avanzando. A medida que lo hacemos, hay menos ventilación”, declara el presidente del sindicato, Luis Chandía.

Aparecen rostros cansados y ropas sucias. El suelo está húmedo. Manuel Rocha (51) sobrevivió a la tragedia “El Castaño Cinco”, de Curanilahue, el 29 de julio 1989. En esa ocasión fallecieron 21 mineros. “Cuánto tiempo ha pasado”, señala conmovido.

Al interior del yacimiento se generan gases tóxicos y explosivos, como el mítico grisú. Marcos Carrasco, supervisor de gases de la mina, no se despega de su medidor. El control de estos niveles puede salvarles la vida.
“Tenemos familias, personas que dependen de nuestro sueldo”, señala Jaime Castro (45). Agrega que “muchos tenemos hijos en la universidad, estamos endeudados con créditos para educarlos”.

La temperatura es inestable. Existen corrientes de aire y filtraciones de agua que hacen helada la estadía. La noche es compleja. Sin mucha ropa y sin colchones, la mayoría ha estado durmiendo en el suelo, sobre cartones y trozos de madera.

Los baños son pequeñas letrinas, en que un nylon naranjo hace de puerta. En un improvisado comedor, de tres metros, hay un mesón y algunos bancos. Allí comen. “En estos días nos han ayudado organizaciones sociales, deportivas y religiosas”, cuenta otro trabajador. A la hora del almuerzo bajan la comida en fondos, para que alcance para todos. Para el desayuno y once les envían pan y termos con café. “El Estado invirtió millones en rescatar a los 33 (de Copiapó); nosotros sólo pedimos que nos paguen lo que se nos debe”, dice Pedro Orellana (53).

Problemas respiratorios, osteoarticulares, oculares, gastrointestinales y sicológicos han sido detectados por la autoridad sanitaria, según consta en el parte médico publicado por el Servicio de Salud Arauco. La entidad instaló una enfermería temporal en las afueras de la mina Santa Ana.

Cinco trabajadores ya han sido atendidos en el servicio de urgencias del Hospital Rafael Avaria, de Curanilahue, tras ser derivados desde aquella enfermería. Pero los problemas de salud no se limitan sólo a la huelga. José Cuevas (54) es enfermo crónico (hipertenso) y tiene una hernia en la columna. Dice que no debería trabajar en una mina, pero es quien sostiene su hogar: “A mi edad qué otra cosa puedo hacer, nadie me va a comprar los remedios o llevar el pan a mi casa”, cuenta.

La Dirección del Trabajo citó a una instancia de conciliación para lograr una solución. La mediación fue fallida. Ahora se espera una reunión entre trabajadores y representantes de la firma S.W. Curanilahue, propietaria de la mina. La Tercera se comunicó, mediante correo electrónico, con Rodrigo Danús, a quien los mineros identifican como uno de los dueños. El aseguró que su participación en la empresa había sido vendida en diciembre de 2014.
El supuesto nuevo integrante de la firma, Miguel Hernández, reconoció tener participación en la empresa, aunque solamente como accionista, y declinó entregar su versión sobre la huelga. “El tema lo ve mi abogado”, sostuvo
Ayer los trabajadores se reunieron con autoridades de Gobierno que les ofrecieron becas para bajar la huelga, a lo cual los mineros se negaron ya que aspiran a que se les pague lo adeudado.

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