El desafío de la semana laboral de tres días y jornadas de 11 horas

Sep 22, 2014

La idea del empresario mexicano Carlos Slim podría traducirse en mejoras en el clima laboral y mayor productividad. Sin embargo, forzaría importantes ganancias de eficiencia y un cambio cultural. Pero hay sectores donde, por sus características, sería poco viable de implementar.

(La Tercera) Desde hace un tiempo y cada vez que puede, el multimillonario mexicano Carlos Slim aboga por su idea de que la semana laboral de los trabajadores dure tres días, con jornadas de 11 horas y que dispongan de cuatro días de descanso, en los cuales puedan dedicarse a innovar y dar curso a nuevas creaciones. El empresario, eso sí, matiza su idea y señala que, en ese caso, la gente debería jubilar más tarde.

La propuesta del magnate, más allá de su factibilidad, tiene lugar en un contexto donde, efectivamente, existen las condiciones como para pensar en nuevos patrones de trabajo: el creciente avance de la tecnología y la movilidad que ella provee; el aumento de la esperanza de vida; los costos de los desplazamientos y los altos precios de la vivienda. Todos estos aspectos fomentan nuevos enfoques en dicho sentido, coinciden los especialistas.

Bajo este entorno, expertos como Andreas Wiechert, socio consultor de Equation Partners, sostienen que “se requiere un cambio profundo en los patrones de trabajo, migrando hacia jornadas de trabajo más flexibles y una mayor cantidad de trabajadores a tiempo parcial”.

Lo cierto es que así como el mundo ha evolucionado aceleradamente en las últimas décadas, las condiciones laborales también están siendo presionadas hacia un cambio más profundo. Bajo ese enfoque, un imperativo de las empresas y organizaciones es maximizar el aporte de los empleados para el logro de sus metas de negocio, algo que hoy se ve fuertemente desafiado por el ingreso de nuevas generaciones al mundo del trabajo, las cuales quieren más participación y menos jerarquía, más sentido y menos órdenes.

“Las organizaciones están tratando de comprender a estos nuevos trabajadores y sus demandas, pero deben ser capaces de transformar su propia cultura, cuestión que necesita de inversiones importantes y de una alta dirección comprometida con la calidad de vida de los empleados”, asegura Sebastián Depolo, investigador del Centro de Ingeniería Organizacional de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.

Ese cambio cultural ya se está produciendo, añade Fernando Eiffler, director de Recursos Humanos de Unilever. “Ahora se buscan horarios de trabajo más flexibles, se valoran los tiempos personales y la tendencia no es necesariamente a cumplir horarios rígidos, sino que se valora la necesidad de cumplir objetivos”, dice.

Las ventajas

Los expertos estiman que adoptar medidas como las señaladas lleva a beneficios como, por ejemplo, una reducción de los niveles de estrés, un aumento de la innovación y generar un impacto positivo en la productividad. “Se obtiene una mayor concentración en los servicios que prestan los trabajadores y más eficiencia en el uso de los recursos de la organización”, afirma Fernando Santibáñez, socio de CDR Abogados.

Además, los empleados con patrones de trabajo ajustados a sus requerimientos muestran más emociones positivas, lo que genera aumentos de productividad de hasta 50% en labores de servicio y hasta 10% en tareas productivas repetitivas, plantean Rodrigo Saa y Christian Weldt, profesores de eClass y socios de EspacioVE. “Una persona que trabaja en formatos diferentes logra mayor nivel de engagement, en la dimensión compromiso con la empresa, lo que no es menor, porque se trata de una necesidad patente de los líderes de empresa, dada la alta rotación de trabajadores”, precisa Saa.

Una significativa mejora en la satisfacción de los empleados se traduce en un mejor clima laboral y ayuda a aprovechar en mayor grado el talento de las nuevas generaciones, como los millenials, un colectivo “al que las empresas ya no pueden atraer a la vieja usanza, es decir, con jornadas de cinco días a la semana”, acota Wiechert.

Para toda edad

Pero el desafío no es exclusivo de los jóvenes. Muchos trabajadores de mayor edad igualmente están ávidos de nuevas experiencias laborales y de disponer de más tiempo personal o familiar. Para ello, “los beneficios asociados son lo suficientemente atractivos como para que busquen la adaptación a nuevos patrones”, destaca Santibáñez.

Aun así, esa lógica es difícil de aplicar transversalmente. Las complejidades, en rigor, son prácticas. Si bien en muchas ocupaciones sería perfectamente posible pensar en jornadas de 11 horas, en otras con mayor exposición al público o con un trabajo físico más exigente, resultaría mucho más difícil de implementar. “Las jornadas laborales debieran estar acordadas con los trabajadores, pero dependen mucho del sector en que se desempeñen. Los procesos industriales requieren continuidad operacional y para ellos un sistema como el propuesto terminaría aumentando las dotaciones y dañando la productividad. En otros, como servicios, también se requiere mayor cobertura horaria”, acota Depolo.

Pero Eiffler cree que se avanzará en esa dirección, porque “la flexibilidad horaria es muy beneficiosa para trabajadores y empleadores, por lo que al final, se la debiera poder aplicar para todos sin problemas”.

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