Recordando los hitos en el rescate de San José

Oct 15, 2020

Hace diez años fue el rescate de los 33 mineros, atrapados a 700 metros bajo tierra. Su historia puso al país, a la industria minera y a su gente ante los ojos del mundo.

El jueves 5 de agosto de 2010, alrededor de las 14:00 horas, un bloque rocoso de unas 700.000 ton se desplazó al interior de la mina San José obstruyendo la única vía de acceso y parte de la chimenea de la faena perteneciente a la compañía minera San Esteban, en la Región de Atacama.

Tras algunas horas, los propietarios de la empresa, Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny, dieron aviso del hecho a los familiares de los mineros que quedaron atrapados en este depósito de cobre y oro ubicado al norte de Copiapó, al este de Caldera.

Rápidamente los medios de comunicación comenzaron a hablar del hecho y el accidente pasó a ser tema nacional. Junto con los equipos de emergencia llegaron las primeras autoridades a la faena ese mismo día; entre ellos la intendenta de Atacama, Ximena Matas, y el gobernador de Copiapó, Nicolás Norman. En ese momento poco se sabía acerca de la gravedad del accidente y de las condiciones en que podían estar los mineros tras el derrumbe.

Se comenzó así a escribir una historia que trascendió a la industria minera y que se transformó en un hecho de conmoción pública de escala mundial. Una década después podemos afirmar que el número 33 quedó grabado en la memoria colectiva y que será difícil olvidar la emoción cuando se supo que estos hombres -a casi 700 metros bajo tierra- estaban vivos, y que gracias a muchas personas trabajando juntas con profesionalismo y compromiso por un objetivo común, se logró con éxito traerlos de vuelta a la superficie.

A diez años de este hito, recordamos los detalles de la búsqueda y rescate de los mineros de San José, apoyándonos en algunos de los protagonistas del mundo de la minería, geología y sondajes –entre otros– que hicieron realidad esta tarea.

Buscando una salida

Después del accidente del jueves 5 de agosto, en el exterior se pudo constatar que la rampa había colapsado. El sábado se hizo un primer intento de entrar por una chimenea de ventilación, pero esto casi termina en una nueva tragedia, tras un derrumbe al interior del pique en donde trabajaba el equipo de rescate. Las personas lograron salir a la superficie con una desoladora afirmación: el acceso por la chimenea quedaba descartado.

Ese mismo día llegaron a la mina la entonces ministra del Trabajo, Camila Merino, y posteriormente el –a la fecha– titular de Minería, Laurence Golborne.

En la noche también arribó el Presidente Sebastián Piñera, quien comprometió los “recursos y esfuerzos que fuesen necesarios” para rescatar a los mineros.

“Estamos trabajando para sacar a ‘los viejos’, están todas las mineras dispuestas a ayudar, mañana deberían llegar las máquinas para hacer sondajes”, habló desde una camioneta el presidente en esa fecha de Sonami, Alberto Salas.

El domingo efectivamente las máquinas de sondaje iniciaron sus labores de perforación. En un primer momento los planos de la mina fueron cuestionados, pero no había opciones, sólo confiar en que éstos no estuvieran tan alejados de la realidad.

Expertos entrevistados con posterioridad al rescate, los cuales participaron en los trabajos (Walter Véliz, Jorge Camacho, Felipe Matthews, James Stefanic, Raúl Dagnino, Mijali Proestakis, André Sougarret y Fidel Báez, entre otros), coinciden en que éstos efectivamente estaban correctos, especialmente en la descripción de las faenas más recientes del yacimiento. Ése era el sitio que más interesaba, pues era donde se suponía que podían estar los mineros probablemente vivos de acuerdo con la información que brindó el gerente de San Esteban, Pedro Simunovic. El ejecutivo indicó que en dicho lugar contaban con ventilación, agua y alimentos para sobrevivir por algunos días. Además este sitio podía ser alcanzado evitando perforar cerca de la zona de derrumbe para así evitar riesgos.

En ese momento se empezó a organizar desde el Gobierno un equipo encomendado a Codelco y al cual se integraron profesionales de diversas compañías e instituciones públicas y privadas. Por ejemplo, representantes de Escondida habían llegado el domingo 8 de agosto para realizar labores de sondaje y que serían acompañados por profesionales de Anglo American y Codelco-Salvador en esa línea de trabajo dentro del rescate. Se integraron a esta tarea de diversas maneras las compañías mineras Collahuasi, Xstrata Copper, Barrick, Freeport McMoRan, Kinross y Yamana.

En términos de perforación se cuentan las empresas Escondida, Collahuasi, Mantoverde, Salvador, Andina, y El Peñón, que pusieron a disposición los servicios de perforación que se prestan en sus diferentes faenas, a saber: Terraservice (y su filial Terracem), Adviser Drilling, Geotec (con sus socios de Layne Christensen), Precision Drilling, Major Drilling, Boart Longyear, Enap y Geo Operaciones.

También en materia de sondajes terminaron siendo actores los proveedores de martillos Drillers Supply y Center Rock, mientras que en precisión estuvieron GeoAtacama y Maptek, entre otros.

Se conforma un equipo

El Gobierno ya comenzaba poco a poco a guiar las operaciones en terreno el fin de semana tras el accidente. Esto los llevó a poner la mirada en la principal empresa estatal minera y, como se trataba de un derrumbe en una mina subterránea, la conclusión fue que expertos de Codelco en ese tipo de operaciones tomaran el liderazgo técnico.

Fidel Báez  fue finalmente el encargado corporativo de Codelco de coordinar desde Santiago el trabajo que se hacía en San José. Mientras ocurría esto, el entonces gerente de mina de El Teniente, André Sougarret, había llegado a San José el mismo lunes sin tener muchos antecedentes respecto de la mina y del accidente. “Empezamos a enterarnos poco a poco más que por la prensa, por algunos llamados telefónicos que a partir del domingo luego del derrumbe me hicieron partícipe de esta experiencia”, recordaba Sougarret en una exposición técnica acerca del rescate, realizada en Geomin 2011.

Sougarret quedó al mando de una cuadrilla de trabajo de profesionales y técnicos de Codelco, junto a su lugarteniente en la tarea, René Aguilar (en ese instante gerente de riesgos profesionales de El Teniente).

Pero también asumió labores de coordinación con los demás especialistas de diversas compañías que colaboraban en la mina en conjunto con profesionales del Ministerio de Minería. Frente a la opinión pública el vocero oficial fue el ministro de esa cartera, mientras que el vocero técnico fue Sougarret.

Lucha contra el tiempo

La primera tarea del nuevo equipo coordinador en terreno fue la de familiarizarse con la mina. Sougarret y su equipo reunieron antecedentes de San José. El yacimiento, un cuerpo vetiforme de cobre y oro, había sido explotado desde hace más de 100 años. “En la parte interior, la veta estaba dividida en 12 porciones de 2 a 4 metros, por lo tanto, evidentemente en la medida que iba profundizando, la cantidad de mineral iba disminuyendo”, explicó con posterioridad a MINERÍA CHILENA el propio Sougarret.

“El método utilizado en el momento en el cual ocurre el derrumbe es el sublevel open stoping. La producción aproximada era de 1.000 tpd, la cual era extraída a través de camiones, sacada con una rampa que tenía 8 km de profundidad y con una profundidad aproximada de 700 metros desde la superficie”, complementa.

Respecto del accidente, el ejecutivo indicó que la roca que bloqueó el único acceso de la mina en varios niveles “se llevó” las rampas. “En la parte inferior, y a medida que iba avanzando la verticalidad, la chimenea de ventilación que existía se iba acercando a este bloque; es por eso que en las partes bajo el nivel 300, sencillamente la chimenea y el bloque estaban prácticamente conectados”. El bloque seguía inestable, y el gran temor lo provocaba el hecho de que en la zona superior, sobre el bloque desplazado, había formación de grietas que permitían inducir que era posible la formación de un segundo desplazamiento de bloque, y que ocurriera así un fenómeno de subsidencia hasta la superficie, como el que había ocurrido dos años antes en la mina San Antonio, faena hermana de San José ubicada a un kilómetro de distancia.

“Nosotros proyectamos que teníamos aproximadamente unos 1.500 m de zona libre donde los mineros podían recorrer sin estar expuestos a la zona donde podía ocurrir el derrumbe. Evidentemente, esta estimación no la teníamos al inicio, la pudimos comprobar una vez que tuvimos el contacto con los mineros”, señaló Sougarret en entrevista realizada a un año del accidente.

Con estos antecedentes comenzó una lucha contra el tiempo, la variable de decisión que se usó fue de 40 días.

Opciones que se barajaron fueron: abrir camino aprovechando los accesos existentes, construir un nuevo acceso desde el interior de la mina, como una especie de by pass rodeando el bloque desplazado (incluso se consideró la posibilidad de ingresar desde otra mina vecina) o una nueva chimenea. Desde el exterior estaban también las posibilidades de hacer un nuevo acceso a través de túneles o de una nueva chimenea. Según lSougarret estas alternativas, en general, no cumplían o con los estándares de seguridad o con el rango de tiempo, y de partida se descartó cualquier opción que considerara ingresar a la mina en razón de la inestabilidad del lugar.

En paralelo, para estirar el margen de tiempo se comenzó desde el domingo con la estrategia de hacer sondajes que llegaran a los mineros. Esta estrategia estaba principalmente pensada para establecer comunicación con los mineros y abastecerlos de insumos básicos para su supervivencia, apuntando a blancos específicos.

Sondajes, la gran apuesta

En paralelo, las autoridades comenzaron a indagar sobre las responsabilidades de la empresa San Esteban y de los organismos fiscalizadores en el accidente. En tanto, familiares, rescatistas, Gobierno y la comunidad asentaban su esperanza en las labores de sondaje.

Durante la semana siguiente al derrumbe, el día miércoles, el Presidente Piñera pidió la renuncia a tres autoridades del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), entre ellos el director nacional, por las deficiencias detectadas en la labor de fiscalización. Ese mismo día instruyó a una mesa de profesionales, encabezados por el ministro Golborne, para que lideraran modificaciones que potenciaran las labores de dicha repartición.

Mientras, en el frente técnico preocupaba el tema de la medición de desviaciones de los sondajes para dar con dos blancos a los cuales se apostaba: el refugio y el taller de la mina, lugares donde se presumía podían encontrarse con vida los mineros. Ya el 10 de agosto falló el primer sondaje por presentar una desviación que lo hacía inviable de dar en el blanco. “La información que me entregaba la gente que hace sondajes es que éstos tienen desviaciones normales en torno al 5%, y para profundidades de 700 m un 5% eran aproximadamente de 35 a 40 metros de posible desviación. La galería tenía 10 metros de largo por 5 m de ancho, y ese era el blanco que teníamos que encontrar, por lo tanto, la precisión necesaria para encontrar a los mineros y hacer blanco era en torno al 1%”, recordaría André Sougarret.

Lo cierto es que tras un despliegue de capacidades y habilidades humanas y tecnológicas, cuestión que queda reflejada en el trabajo combinado de los tomadores de decisión, los geólogos, los operadores de las perforadoras, los expertos en medición de sondajes y en software altamente especializado, fue finalmente posible que el domigo 22 de agosto se paralizara el país al encontrarse el hoy célebre mensaje adosado a los martillos de perforación de la Schramm T-685 de Terraservice: “Estamos bien en el refugio los 33”.

“Teníamos la disyuntiva de cómo generar una mayor precisión. Lo que allí se hizo a través de todo el equipo fue trabajar el tema de aumentar las mediciones; nos jugamos por una técnica y empezamos a desarrollar sondajes. Por otro lado teníamos geología que era desconocida, también teníamos el tema de la topografía que era con mayor razón un problema significativo de resolver, teníamos el problema de que existían caserones antiguos en la zona superior y también llegábamos al límite de las máquinas ya que a 700 m las de aire reverso entraban a complicarse”, explicó Sougarret.

De acuerdo con Felipe Matthews, entrevistado también por MINERÍA CHILENA con posterioridad al rescate, y quien estuvo a cargo de las mediciones de trayectoria de los sondajes, se realizaron en total 7.511 m de sondaje con la técnica de aire reverso y 605 con perforación diamantina.

En la lista final de sondajes aparecen 20 pozos (no todos correlativos) en total. El primero en romper lo hizo a la altura del refugio a eso de las 5:40 AM y fue el sondaje 10b de Terraservice. Éste, tras ser encamisado, se usó como vía de agua y alimento para los mineros. El segundo en romper, el 23 de agosto, fue el pozo 16 de la empresa Adviser, que también llegó hasta el refugio y que se destinó para comunicaciones e inyección de aire. Finalmente el 6c, de Geotec, fue el tercero en romper, el jueves 26, y lo hizo en el taller. Éste sería el que se ensancharía luego para hacer el rescate con la cápsula Fénix.

Los tres sondajes exitosos fueron de aire reverso, una técnica menos precisa pero más rápida que la perforación diamantina.

Planificando el rescate
Descartadas las posibilidades de abrirse camino a través de los túneles o chimeneas de la mina, y considerando que crear un nuevo túnel de acceso tomaría meses, la opción viable que aparecía era perforar una chimenea por la que, al menos, pudiera caber una persona.

Cuando vio los planos de la mina por primera vez, Fidel Báez pensó que era muy probable que los mineros estuvieran vivos. “Cuando vino el ministro por primera vez a mi oficina le dije: yo le doy 95% de que ‘los viejos’ están vivos: Usted me muestra este plano y todo indica que si los viejos estaban en el refugio, están en una esquina que no ha sido dañada desde el punto de vista estructural, el planchón o el derrumbe… a lo más están llenos de tierra o con alguna dificultad de oxígeno, pero la probabilidad de que no estén heridos por el derrumbe, yo creo que es muy alta. Por lo tanto, yo me la jugaría por empezar ya a pensar en un plan de rescate”, dijo Báez recordando el evento.

En paralelo el ejecutivo comenzó a recibir propuestas desde Chile y el exterior apostando a sacar a los mineros de la manera más segura y rápida posible.

A medida que avanzaban los sondajes de búsqueda, la idea de perforar una chimenea e introducir una jaula en donde cupiera una persona tomaba fuerza. “Ya habíamos hecho los cálculos, al hacer esto había que buscar un equipo que fuera capaz de hacer un hoyo de 28-30 pulgadas”, señaló el experto.

De esta manera se comenzó a fraguar el Plan A y la máquina elegida para ello, por consideraciones de precisión, velocidad y porque el equipo de Codelco la conocía mejor, según indica Báez, fue la Raise Borer Strata 950. La empresa Terracem (sociedad entre Terraservice y Cementation), contaba con esta máquina.

Por otro lado en terreno equipos de Enap presentaron a los tomadores de decisión de Codelco y del Ministerio de Minería la alternativa de usar una máquina que trabaja en perforaciones de petróleo, la RIG 421 que proponía un avance de 700 metros en 10 días.

Junto con éste se generó también el Plan B, que fue el que finalmente llegó al taller, ensanchando el pozo 6c con la máquina Schramm T-130, operada por Geotec, y apoyado por un equipo especializado encabezado por los geólogos Walter Véliz y Felipe Matthews y basando su avance en el uso de martillos tipo cluster, ofrecido por el fabricante CRI de Pennsylvania, Estados Unidos, según reseña Fidel Báez.

Según lo explicado por André Sougarret, el primer desafío que debieron enfrentar fue el de las desviaciones. “Íbamos a hacer distintas alternativas, probablemente en 700 m cualquiera de las técnicas de perforación tendrían sus problemas de desviación y teníamos que lidiar contra la curvatura. La profundidad igual fue un gran tema, tanto en el plan A como en el plan B estábamos con la capacidad máxima de los equipos, un tema no menor ya que en la medida que se iban ensanchando los túneles estábamos muy próximos a las galerías. El temor era que, de conectar en algún momento una galería, nos haría abortar cualquiera de los planes”.

En concreto, el 23 de agosto ya llegan las partes de la Strata 950 desde la División Andina de Codelco a San José para comenzar su trabajo de cavar un pique vertical de 688 m. El 3 de septiembre arriba la Schramm T-130 mientras que el 10 de septiembre llega la máquina petrolera.

“Lo hicimos con tres planes, fundamentalmente, porque teníamos riesgos. No podíamos saber si nos iba a resultar cualquiera de ellos, todas las alternativas tenían riesgos y finalmente lo que hicimos fue diversificar. Cada día que nosotros estábamos parados con el plan B, la verdad es que yo a todo el mundo le decía que seguíamos perforando un plan A, siempre perforaba, iba lento pero seguro. Y la verdad es que si no hubiese resultado, siempre estaba la alternativa del plan A, ya que era un plan que sí iba a resultar, pero iba a demorar mucho más tiempo. Éstos eran los riesgos que estaban siempre presentes y una operación con tres planes finalmente lo que hizo fue minimizar el tiempo”, detalla Sougarret.

El Gobierno decide detener los planes A y C una vez que el plan B alcanza el diámetro requerido para introducir la jaula de rescate, universalmente conocida como cápsula Fénix 2.

Esta solución también contó con varias alternativas: “Siempre nos pusimos en distintas opciones de qué podía pasar. Una de las cosas que pensábamos era que la cápsula podía quedar atrapada, que cayera alguna piedra y que no pudiéramos sacar a los mineros”, recordó Sougarret. Considerando estas contingencias, en su diseño se consideró que ésta debía tener 4 metros de largo. “Era tan larga porque tenía la capacidad de doblarse en dos. Si quedaba atrapada en la parte superior, podíamos bajar al minero nuevamente hasta abajo y podíamos hacer un nuevo intento con mayor presión hacia arriba y no tener al minero expuesto”, detalla.

Antes de dar el vamos apareció la lista definitiva de los rescatistas que bajarían hasta el taller de la mina San José por el pique ensanchado en el Plan B: Manuel González, fortificador de El Teniente; Jorge Bustamante, también de El Teniente; Roberto Ríos, sargento segundo de la Armada; Patricio Roblero, oficial de la armada; Patricio Sepúlveda oficial del Gope de Carabineros; y Pedro Rivero, jefe de la unidad de rescate de Minera Carola y parte del cuerpo de bomberos de Chañaral, serían los elegidos para bajar y subir por el pique en la Fénix 2. En la superficie se quedarían Ovidio Rodríguez, líder del rescate (El Teniente), William Saintard (División Andina), y Óscar Arenas (El Teniente).

Finalmente el resultado fue óptimo: el 13 de octubre se inició con la salida del primer minero, Florencio Ávalos y uno a uno ellos fueron reencontrándose con sus familias y con un país completo que los abrazaba, bajo la mirada atenta del mundo entero.

La imagen de la cápsula Fénix 2 y los mineros quedó plasmada en las portadas de los principales medios de prensa del orbe. “Pudimos colocar un tema bastante árido, como es la minería, en la opinión pública y esto, finalmente, fue tomado como un trabajo bien hecho. Para nosotros el rescate terminó no sólo cuando sacamos a los 33 mineros sino cuando sacamos a los rescatistas; nosotros habíamos diseñado un sistema en que nadie de los que estaban presentes podían salir accidentados o podían tener algún contratiempo”, rememora Sougarret.

Con la salida del úlitmo rescatista, Manuel González, finaliza entonces la exitosa operación San Lorenzo, y nace una leyenda con protagonistas de carne y hueso.

Los 33 mineros de San José

Florencio Ávalos: 31 años al momento del derrumbe. Se desempeñaba como minero hacía 8 años. Tras el derrumbe asumió el rol de capataz y fue también el «camarógrafo» del equipo. Es hermano de Renán y cuñado de Osmán.

Carlos Barrios: 27 años al momento del derrumbe. Llevaba seis meses en la mina.

Franklin Lobos: 52 años al momento del derrumbe. Fue futbolista profesional e integró, entre otros clubes, Cobresal, y Santiago Wanderers Trabajaba como conductor de camiones y llevaba cinco meses en la mina San José.

Jimmy Sánchez: 19 años al momento del derrumbe, es el más joven del grupo.

Víctor Zamora: 33 años al momento del derrumbe. Era considerado el bromista del grupo y quien mantuvo la moral en alto durante el encierro.

Samuel Ávalos: 43 años al momento del derrumbe.

Raúl Bustos: 40 años al momento del derrumbe. Llevaba dos meses trabajando en la mina a la hora del accidente.

Juan Illanes: 52 años al momento del derrumbe. Es electromecánico y debió celebrar su cumpleaños en el encierro.

Osmán Araya: 30 años al momento del derrumbe.

Juan Carlos Aguilar: 49 años al momento del derrumbe. Llevaba casi 20 años en el rubro minero.

Renán Ávalos: 29 años al momento del derrumbe trabajaba en la mina hacía cinco meses. Es hermano de otro minero atrapado, Florencio.

Claudio Acuña: 35 años al momento del derrumbe. Llevaba tres días trabajando en la mina San José cuando ocurrió el accidente.

Yonny Barrios: 50 años al momento del derrumbe. En el refugio tomó el rol de paramédico. Tras ser encontrados, informaba a los rescatistas sobre el estado de salud de sus compañeros.

Carlos Bugueño: 27 años al momento del rescate. Amigo de infancia de Pedro Cortés.

Pedro Cortés: 26 años al momento del derrumbe. Operador de vehículo pesado.

Jorge Galleguillos: 56 años al momento del derrumbe. En la mina se desempeñaba como perforista. Con 40 años en el rubro minero, antes trabajó en la mina El Salvador.

Mario Gómez: Con 64 años al momento del derrumbe era el mayor del grupo. Cuenta con más de 50 años de experiencia en el rubro minero, fue quien escribió la primera carta que encontraron los rescatistas.

Daniel Herrera: 27 años al momento del derrumbe. Trabajaba en la mina desde enero.

Edison Peña: 34 años al momento del derrumbe. Es fanático de Elvis Presley y del atletismo. Tras el encierro participó en la Maratón de Nueva York.

Omar Reygadas: 56 años al momento del derrumbe. Llevaba más de 30 años como minero.

Pablo Rojas: 45 años al momento del derrumbe. Llevaba seis meses en la mina San José y se desempeñaba como cargador de tiro.

Esteban Rojas: 44 años al momento del rescate. Llevaba seis meses trabajando en la mina. El día del accidente no le tocaba trabajar.

Víctor Segovia: 48 años al momento del derrumbe. Llevaba una bitácora del encierro y a la salida manifestó que publicaría un libro con su experiencia.

Darío Segovia: 48 años al momento del derrumbe. Llevaba más de 40 años en el rubro minero y tres meses en la mina San José.

Mario Sepúlveda: 40 años al momento del derrumbe. Es quien apareció como portavoz en el primer video que se obtuvo de la mina.

Ariel Ticona: 29 años al momento del derrumbe. Su tercera hija nació durante el encierro y se llamó Esperanza.

Luis Urzúa: 54 años al momento del derrumbe. Con más de 30 años como minero, llevaba dos meses en la mina San José. Como jefe de turno al momento del accidente, fue el principal líder del grupo.

Álex Vega: 31 años al momento del derrumbe. Trabajaba en la mina San José hace nueve años.

Richard Villarroel: 26 años al momento del derrumbe. Fue papá a pocos días de salir del encierro.

Claudio Yáñez: 34 años al momento del derrumbe. Llevaba 8 meses trabajando en la mina San José. Fanático del rock y el fútbol, prometió que se casaría una vez que lo rescataran.

José Henríquez: 56 años al momento del derrumbe. Llevaba 33 años en el rubro minero y 7 meses trabajando en la mina San José. Mantuvo cohesionado al grupo como líder espiritual.

José Ojeda: 47 años al momento del derrumbe. Llevaba más de 20 años en el rubro minero. Fue el autor de la célebre frase: «estamos bien en el refugio los 33».

Carlos Mamani: 24 años, al momento del derrumbe. Es boliviano y llevaba dos meses trabajando en la mina San José.

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