Las piedras en el camino del GRI

Ene 9, 2012

Yasmina Zabib

Cuando en 2001 leí por primera vez la guía del Global Reporting Initiative (GRI) me sentí tan inspirada que quise dedicarme a elaborar Reportes de Sustentabilidad. Lo que más valoré fue que invitaba a las organizaciones a reportar, sin poner obstáculos, pues permitía emplear la guía de manera profesional o amateur. Por lo tanto, el GRI se convertía en una gran ventana para conocer el compromiso y sustentabilidad social y ambiental de los actores de la sociedad.

El panorama se complicó con las nuevas sistematizaciones incluidas en cada actualización de la guía. En el caso del G3, si bien incluyó protocolos que aclararon los ámbitos débiles de la pauta original, se generó una inconsistencia entre la relevancia del proceso de materialidad y la clasificación de los niveles de cumplimiento. En la práctica, se tradujo en que si una organización efectuaba un proceso de materialidad podía manifestar que reportaba 15 indicadores materiales y autoclasificarse como Nivel A. Sin embargo, la tabla de niveles señala que para tener esta clasificación se deben reportar todos los indicadores centrales. A mi juicio, este fue el primer silenciador de la invitación de GRI.

Hoy usamos la guía G3.1, que modificó indicadores y creó nuevos. Estos, posiblemente, estarán en desuso en 2013, pues para ese año se programó la aparición de una nueva guía. Cuando Bastian Buck, gerente de Desarrollo Técnico de GRI, estuvo en Chile para explicar estos cambios, le consulté la razón por la cual el cambio no se hizo con la próxima guía. Su respuesta fue que el Directorio consideró necesario profundizar ciertos temas, a lo que se sumaba la necesidad de cumplir con el compromiso, adoptado cuando fue lanzado el G3, de modificar esta guía en el corto plazo. Otro silenciador.

Una nueva dificultad surgió en septiembre, cuando el International Integrated Reporting Committee (IIRC) publicó el documento “Hacia una presentación de reportes integrados”. Su objetivo es crear una estructura para elaborar reportes que integren la información de la memoria financiera y el reporte de sustentabilidad, mediante una visión aceptada globalmente. Desde mi perspectiva, es vital que se respete la voluntariedad de cada organización para efectuar este cambio. Si llega a ser obligatorio, seguiremos apretando la camisa de fuerza, lo que terminará por atrofiar la idea original de invitar a elaborar reportes.

La búsqueda por mejorar las guías ha llevado a una rigidización del proceso, que impide su uso por cualquier organización y obliga a sus usuarios a convertirse en expertos, a lo que se sumará la unificación del reporte con la memoria. Nadie duda de que cada uno de estos pasos se diera con las mejores intenciones, pero creo que están influyendo en una menor motivación por reportar. En Chile se estancó la cantidad de reportes tras la expansión de los primeros años, especialmente en PyMEs. En términos simples, parece que mientras más se trabaja en sistematizar la información para facilitar la labor de los auditores, más compleja se está haciendo la experiencia de reportar y existen mayores barreras de entrada. A pesar de esto, sigo creyendo en el proceso del GRI y en la importancia de que las organizaciones hagan esfuerzos por ser más transparentes y socialmente responsables. Lo importante es propiciar que el perfeccionamiento continuo no implique seguir llenando de piedras el camino.

Yasmina Zabib es asesora en responsabilidad social, certificada en la elaboración de reportes de sustentabilidad con las pautas GRI

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