La productividad está tomando protagonismo en la agenda pública, lo que es muy positivo dada su importancia para el crecimiento del país y la discusión legislativa sobre la reducción de la jornada laboral. Ahora bien, en el caso de la minería, la principal actividad económica del país, este concepto se debe mirar cada vez con mayor atención, considerando que es esencial debido a los desafíos que enfrenta la industria actualmente en materia de eficiencia y sostenibilidad.
Conscientes de la importancia de aportar a esta discusión con data dura y estratégica, analizamos más del 21% de la producción mundial del cobre en los últimos cinco años, incluyendo a algunos de los máximos referentes nacionales. De esta manera, tomamos parte de su cadena de valor y determinamos cuáles son sus ventajas competitivas.
A partir de este análisis que elaboramos a través de nuestra plataforma de inteligencia MIKE —que se construyó con más de 400 indicadores para identificar mejores prácticas, y evaluar tendencias y dinámicas— constatamos que aplicar la productividad en la minería chilena le permitiría producir más y mejor, incluso aportando entre 1,3 a 1,8 puntos del PIB adicionales, dependiendo del ciclo del precio del metal rojo.
Esto también implica que, con la capacidad actual instalada, se podría incrementar el aporte al país en cerca de US$600 millones adicionales por mayor producción, con un precio de referencia de 3 dólares la libra; y que al menos 25% de los proyectos detenidos o demorados en etapas de estudio debido a características naturales más complejas —como leyes de mineral más bajas—, se puedan tornar más rentables y atractivos de explotar.
Este análisis se vuelve indispensable si tomamos en consideración que Chile no necesariamente está avanzando en productividad, lo que es esencial para aumentar las arcas fiscales y avanzar en las reformas país que se necesitan, sin necesariamente cargarle la mano a las empresas con tributos adicionales.
Así, por ejemplo, el promedio de la industria en términos de productividad laboral ha avanzado a una tasa anual de solo 0,6% entre 2015 y 2020, que, aunque se puede justificar bajo condiciones de operación con crecientes adversidades, hace que se mantengan intactas las brechas cuantificadas con los grandes referentes internacionales, que alcanzan entre 2 y 3 veces los niveles del país.
Ahora bien, ¿qué significa ser más productivos? A nuestro modo de ver, implica adoptar buenas prácticas que se relacionan con modelos operativos más simples que integran a colaboradores propios y contratistas; líderes reconocidos como referentes en las organizaciones y que fomentan la transparencia de información; la ejecución rigurosa del mantenimiento planificado de los equipos; una adecuada estandarización de las flotas; una clara hoja de ruta digital; y la aplicación de los conceptos de simplicidad, alineamiento y disciplina organizacional en todos los procesos, entre otros.
En este contexto, creo necesario que surja más información que nos oriente sobre las prácticas necesarias para que las empresas mineras se vuelvan más productivas. Solo los buenos diagnósticos nos permitirán implementar estrategias acertadas, que permitan hacernos cargo de los desafíos país y, así, responder a las demandas ciudadanas de manera responsable. Es hora de avanzar.