A muchos les resultará familiar el título de esta columna, ya que corresponde al eslogan de una campaña lanzada por el Sernam en 2010, que promovía la colaboración de los hombres en las tareas domésticas, a fin de favorecer una mayor participación femenina en el mundo laboral remunerado. Ciertamente no me referiré a equidad de género, pero este título me ha parecido adecuado para hacer una propuesta honesta que, al igual que la campaña del gobierno de la época, busca favorecer a dos partes involucradas, a través de un crecimiento conjunto: las empresas consultoras y sus mandantes mineros.
Por diversos motivos, muchos de ellos ajenos a la minería y a la ingeniería, en el último tiempo se ha podido apreciar un deterioro de la relación entre las empresas consultoras de ingeniería y sus clientes, llegándose a situaciones impensables hace 20 o 30 años.
Se ha expandido la idea de que la ingeniería es un commodity. Se ha traspasado a las consultoras costos asociados a incertidumbres que son propias del cliente. También hemos visto cómo se endosa a las consultoras atrasos que son responsabilidad del mandante. Con frecuencia, vemos retrasos en la aprobación de estados de pago. Algunas mineras exigen requisitos financieros muy superiores a los que aplican para las obras de construcción, donde ciertamente, los riesgos son de otros órdenes de magnitud. Se exigen instrumentos de garantía bancaria, afectando la capacidad de crédito de las consultoras, en lugar de pólizas de garantía. Además de un largo etcétera que no es el objetivo detallar.
Hemos podido ver cómo prácticas de este tipo han afectado los intereses de los mandantes, resultando en proyectos más caros, menos eficientes y que también se han traducido en aumentos en los costos de ingeniería, debido al doble trabajo que muchas veces es necesario realizar para lograr los objetivos. Por otra parte, desde el mundo gremial se escucha la queja reiterada de muchos, respecto del deterioro de la calidad del negocio.
A la luz de lo anterior, y dado el impacto de la ingeniería en el Capex de los proyectos, así como en el Opex de su explotación, vemos oportunidades interesantes si se mejoran algunos de los aspectos mencionados, estableciendo relaciones contractuales simétricas y favoreciendo un sano sentido de equipo entre las partes.
La lección aprendida más importante de este proceso ha sido la necesidad de diálogo permanente. Comprar ingeniería no es como adquirir neumáticos o repuestos, se trata de una tarea intelectual que requiere interacción entre las partes, para lograr un entendimiento común del problema y, así, de la solución.
Si bien los casos no son comparables, debido a las diferencias regulatorias y culturales entre el MOP y las compañías mineras, sí nos parece que es una luz de esperanza que nos alienta a intentar aplicar, con los clientes de la minería, las buenas prácticas logradas con el sector público.