La historia de Lorenzo Zambrano, el mexicano que modernizó Cemex

May 14, 2014

Nunca se casó ni tuvo hijos. Le dedicó prácticamente toda su vida a una de las compañías íconos de América Latina.

(El Mercurio) «De frente grande, tez clara y un pequeño bigote blanco, este hombre -en constante batalla con la báscula- parece a veces tímido de lo educado que resulta, pero su mirada se endurece, se transforma en la de un tigre, cuando habla de la consolidación del negocio internacional del cemento». Así era una parte del empresario mexicano Lorenzo Zambrano, fallecido el lunes en Madrid a la edad de 70 años por un ataque al corazón. Así será su versión que trascenderá en el futuro.

Su descripción, extraída del libro «Oro Gris» -una biografía no autorizada de Zambrano escrita por la periodista Rossana Fuentes Beraín-, refleja lo importante que fue en la vida de este hombre de negocios el desempeño de la cementera mexicana Cemex, firma fundada por su abuelo en 1906 y en donde terminó siendo director y presidente.

18 años le tomó llegar a la cúspide de la compañía. Desde 1968 buscó la forma de optimizar la producción de Cemex en las plantas del norte de México, en Torreón. Luego se trasladó a Monterrey, ciudad en la que estudió -se graduó como ingeniero mecánico administrador en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores- y nunca cejó, pese a la inseguridad esparcida por los carteles narcos.

También se capacitó en la Universidad de Stanford, en donde obtuvo una maestría en Administración de Negocios y se acercó al mundo de la tecnología y la innovación en Silicon Valley.

Cuando llegó el momento de asumir las riendas de la compañía, Zambrano transformó esta empresa familiar en una de carácter global. «La compra que colocó a Cemex en una posición de competitividad mundial se realizó el 27 de julio de 1992, cuando la aristocrática familia Serratosa vendió sus cementeras en territorio español y los mexicanos las compraron», describe su biografía.

Desde ahí, todo fue al alza. Cemex opera en 50 países y actualmente posee el adjetivo de ser la tercera cementera más grande del mundo después de la francesa Lafarge y la suiza Holcim. La capacidad de producción de la firma está calculada en 94 millones de toneladas métricas de cemento. Un verdadero gigante que se construyó a través de un extenso proceso de compras y fusiones.

Pero la modernización también ha sido clave en el proceso expansivo de Cemex. En una entrevista a El Universal -la última concebida por Zambrano a un medio-, el empresario explica la importancia de su particular esquema de trabajo, el Cemex Way : «Lo que tratamos de hacer ahora es que un experto en cualquier parte del mundo esté disponible para el resto de la organización, pasar de una organización de mucha jerarquía a una de mucha más colaboración entre todos. Se dice fácil, se puede hacer y lo estamos haciendo, lo estamos haciendo con tecnología nueva que es la misma de las redes sociales, pero aplicada a nosotros mismos».

Su período más difícil al mando de la empresa fue en la crisis de 2008. Cuando la catástrofe financiera estalló, Cemex había comprado la australiana Rinker, una compañía que tenía muchas plantas en Estados Unidos, el mercado más deprimido por la debacle de las hipotecas «subprime». Tras ello, la cementera mexicana tuvo que refinanciar su deuda por US$ 15 mil millones.

Sin embargo, la empresa se recuperó. La consolidación de Cemex (cuyo nombre inicial es Cementos Mexicanos) llevó a Zambrano a ostentar activos, según Forbes, por hasta US$ 1.800 millones. También lo encumbró a ser el octavo empresario más importante de México, tomando en cuenta un listado de la revista Expansión. Pero la herencia de ese poder no tiene hoy a un destinatario definido: nunca se casó ni tuvo hijos.

Zambrano fue miembro de los Consejos de Administración de varias empresas (como Banamex, IBM, Televisa y FEMSA) y también cumplió un rol como benefactor de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), en donde ayudó a consolidar la actividad informativa con su amigo el Nobel Gabriel García Márquez. Una prueba de la sensibilidad de su muerte fueron las palabras del presidente de México, Enrique Peña Nieto en Twitter: «Don Lorenzo, regiomontano emblemático y pionero industria (…) descanse en paz».

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