Me van a perdonar, quienes hayan leído mi columna anterior, que insista sobre el mismo tema, pero la gravedad del problema me obliga. En ella mencionaba que el indicador de ingeniería para proyectos de inversión había caído 61% en los últimos 24 meses y que me sorprendía ver cuán ausente estaba el tema de la inversión en las propuestas de los candidatos a la Presidencia de la República. En los últimos meses nos hemos ido enterando de sucesivas bajas en las proyecciones de crecimiento del PIB, como consecuencia de la caída en la inversión, lo que ya en junio de 2012 comenzamos a anunciar que ocurriría.
Es que nuestro indicador de actividad se anticipa a la inversión entre uno y dos años. Hoy los resultados a marzo muestran que el indicador de proyectos para el sector privado cae otro 10,2% respecto del trimestre anterior. Todo esto anticipa lo que ocurrirá con la inversión en los próximos uno a dos años, y hay muy poco que se pueda hacer para corregir el daño en el corto plazo. El país va a sufrir los efectos de esa caída.
A estas alturas lo que podemos hacer es tratar de corregir la situación a mediano plazo y tomar ahora medidas que ayuden a reactivar la inversión para comenzar a sentir los efectos positivos en uno o dos años más. Es favorable que las autoridades hayan tomado conciencia de la importancia de la inversión en el crecimiento del PIB, pero resulta lamentable la ausencia de medidas para reactivarla. Peor aún, la reforma tributaria en discusión no parece contribuir. Su pilar fundamental, de traspaso de la capacidad de ahorro desde el sector privado al público, muy justificado para reducir la inequidad existente, va a terminar frenando la participación del principal actor en inversión en las últimas décadas, y todos sabemos lo lento que es el Estado para ejecutar sus proyectos.
El momento en que se plantea la reforma, después de dos años de caída sostenida de los indicadores de inversión, resulta inconveniente. No vaya a ser cosa que por corregir las injusticias actuales terminemos con un país aún más frenado de lo que está hoy. Creo que hay que quebrar la reforma tributaria en dos, aprobando ahora la componente que afecta a 2014 y darse más tiempo para afinar las medidas de largo plazo, con el fin de evitar nuevos desincentivos a la inversión.
Pero los reacomodos que se hagan a la reforma tributaria no van a corregir un problema que se viene arrastrando desde mucho antes de los anuncios de esta. En crisis anteriores vimos que el Estado, con sus proyectos de infraestructura o de sus grandes empresas, actuó de forma contra cíclica a los frenazos del mundo privado. Ello no ocurrió en los últimos años y este Gobierno tiene la oportunidad de corregirlo. Es tan urgente tomar medidas, que me atrevo a sugerir echar mano a los fondos reservados del cobre.
Tenemos déficits enormes en infraestructura, uno de los ítems peor calificados en los rankings de competitividad internacional; frecuentemente se citan las restricciones que Hacienda impone en Codelco para que esta proceda con la rapidez que se requiere en sus proyectos estructurales, y no se ven las soluciones para dotar al país de la energía eléctrica que requiere.
Tal vez un economista me diga que hay un riesgo de sobrecalentar la economía si el Estado inyecta fondos y se deja que Codelco utilice sus utilidades. El problema es al revés. Si no se hace nada, el riesgo es detener el crecimiento del país y entrar a una recesión.

