Aunque pueda parecer irónico, parto aclarando que no acudí a ChatGPT para redactar esta columna. Quizás eso es lo que va a ocurrir de aquí en adelante; una especie de declaración de principios, donde cada persona, estudiante, ejecutivo y/o líder de opinión tendrá que transparentar frente a su audiencia si sus palabras fueron inspiradas o al menos guiadas por la Inteligencia Artificial (IA).
La creatividad humana es uno de los elementos que nos distinguen de otros seres vivos. Esta nos ha permitido desarrollar tecnologías que nos han hecho avanzar significativamente como la civilización que somos hoy. Tecnologías como el cuchillo, por ejemplo. ¿Se imagina usted su casa sin cuchillos? ¿Cómo cortaría la carne de un buen asado? ¿Cómo picaría las verduras para una rica ensalada? Sería realmente difícil vivir sin cuchillos… Como usted también intuye, por el título de esta columna, el cuchillo también puede matar a una persona. El cuchillo, como toda tecnología, no es bueno ni malo. Es la utilidad que le damos a la tecnología lo que puede ser bueno o malo. Lo mismo sucede con la IA.
A diferencia de lo que algunos piensan, creo que la IA no viene a competir ni un ápice con la capacidad del ser humano. Si bien adhiero a lo que algunos expertos internacionales plantean sobre el inicio de una “carrera sin control” y que deberíamos darnos unos meses para reflexionar sobre sus implicancias y discutir sobre su regulación, no creo que sus consecuencias sean extrapolables a todas las áreas del conocimiento. Tal como lo plantea Sam Altman, el CEO de OpenAI, empresa detrás de ChatGPT, debemos involucrar a los reguladores y la sociedad en su conjunto para mitigar los potenciales problemas que trae la IA, así como en algún minuto tuvimos que regular el uso de cuchillos en la vía pública.
La innovación debe estar al servicio del hombre y no al revés. Eso es al menos lo que creemos en Mineral Forecast, empresa creada hace nueve años con el fiel anhelo de democratizar el uso de la IA en la exploración minera. Con nuestro software no buscamos reemplazar a los geólogos, sino muy por el contrario, queremos ser un complemento para su trabajo diario, expandiendo sus capacidades, y ayudarlos a ser mucho más efectivos y eficientes en la búsqueda de nuevos minerales. En definitiva, dejamos que los geólogos tengan más tiempo para analizar y pensar, mientras la IA hace el trabajo repetitivo y mecánico.
Es reconocido que hallar minerales es cada vez más complejo, ya sea por la dificultad de encontrar yacimientos cubiertos y más profundos, como por las complejidades de extracción por la dureza del mineral y sus leyes cada vez más bajas. Sin embargo, y paradójicamente, su demanda es cada vez más alta para enfrentar los desafíos que nos impone el Cambio Climático. Aquí se vuelve clave la posibilidad de contar con herramientas basadas en IA que ayudan considerablemente a agilizar los procesos de búsqueda.
Es verdad que la IA puede hacerle la presentación a un estudiante, el discurso a un político o el contrato a un abogado. Incluso puede reemplazar ciertos oficios, por ejemplo, a través de los ya masificados chatbots. Lo que realmente importa y marcará la diferencia es nuestra capacidad de trascender como seres humanos a todo eso y demostrar que nuestras habilidades y creatividad son extraordinarias, incluso para autorregularnos cuando lo vemos necesario. Somos nosotros los que le damos la utilidad para matar o vivir al cuchillo. Pensar que estas tecnologías deben ser prohibidas por su potencial daño, sin importar los beneficios, es desmerecer demasiado nuestra capacidad humana.