Qué duda cabe que estamos asistiendo a tiempos de grandes cambios en todo sentido. Desde lo político a lo social, pasando por lo económico, nuestro país y el mundo en general van dejando de ser los que conocíamos, transitando a contextos de alta volatilidad e incertidumbre. En este sentido, comienzan a dibujarse nuevos desafíos, como por ejemplo, los que debe asumir el mundo empresarial en su conjunto. Sumado a las enormes complejidades técnicas de los proyectos de inversión, hoy es clave adoptar las legítimas preocupaciones ambientales y sociales vigentes que aseguren la sostenibilidad del negocio.
La minería, más que cualquier otro rubro en el país, es el pilar de la economía regional y de Chile, donde encontramos algunas de las mejores implementaciones de conceptos como “valor compartido” y miradas de sostenibilidad de largo plazo. Este sector avanza con fuerza en la incorporación de tecnologías sustentables con el medio ambiente, como por ejemplo, las energías renovables o el uso de agua de mar para sus procesos productivos.
Respecto de lo anterior, el caso del proyecto minero-portuario Dominga (hierro y subproducto de cobre) merece la pena mirarlo con detención. Desde su concepción y diseño consideró, por citar algo, la obtención del 100% del agua para sus operaciones a partir de agua desalada. Esto, sumado a otras numerosas iniciativas, le han valido un mayoritario apoyo comunitario en la zona, reflejado en un acuerdo marco de entendimiento, el que estará vigente durante toda la vida útil del proyecto. Es más, la consulta ciudadana realizada por la Asociación Chilena de Municipalidades a fines del año pasado, dejó de manifiesto que la mayoría de los habitantes de la comuna de La Higuera se manifestó a favor del desarrollo de proyectos mineros.
[La no materialización de Dominga sería una alarmante señal para el futuro próximo]
No obstante lo anterior, por aspectos más de orden político-judiciales que de otra índole, la iniciativa no ha podido ponerse en marcha, dañando seriamente las proyecciones de una zona que pide a gritos más y mejor inversión.
Según un estudio de la Universidad Católica del Norte, Dominga es un proyecto que podría llegar a generar un tercio del PIB de la Región de Coquimbo. Indudablemente tales cifras se traducen en más capacidad técnica y humana en rubros como la construcción, equipamiento minero, servicios especializados y educación, entre otros, en los que la Región de Antofagasta ha desarrollado una experiencia única en Chile, y que es una oportunidad para empresas y trabajadores locales que debe ser aprovechada.
La no materialización de Dominga sería una alarmante señal para el futuro próximo, ya que no sólo sería un complejo golpe para la seguridad de las inversiones en el sector minero, sino que paradójicamente sería una bofetada para las comunidades, con las cuales la empresa ha construido un pacto de confianza y mutuo beneficio de largo plazo. Si no logramos viabilizar este tipo de iniciativas, que apuntan en el camino ejemplar de valor compartido y sostenibilidad, sin duda nos estaremos alejando del objetivo de seguir siendo un destino privilegiado para las inversiones mineras, y pondremos en riesgo nuestra principal fuente de prosperidad.