La creación de zonas autónomas en la minería no sólo representa una gran evolución tecnológica, sino que también un cambio cultural profundo en la industria. Aunque la autonomía se asocia comúnmente con máquinas avanzadas, inteligencia artificial y la eficiencia operacional, su implementación desafía, en el fondo, a repensar cómo poner en marcha las operaciones mineras.
En el ámbito tecnológico, las zonas autónomas impulsan el crecimiento a través de soluciones innovadoras, que incluyen desde camiones sin conductor hasta monitoreo en tiempo real, adaptadas para potenciar la competitividad de Chile en el mercado global. Este avance ha sido notable: en 2023, Antofagasta Minerals destinó una inversión de US$60 millones para convertir el rajo Esperanza Sur, en su operación Centinela, en un sistema autónomo. Asimismo, en 2024, BHP alcanzó la autonomía completa en la flota de camiones de su mina Spence, marcando otro hito en esta transformación y actualmente se encuentra implementando una flota de camiones autónomos en Minera Escondida
Al integrar energías renovables y soluciones sostenibles en su funcionamiento, la minería chilena no sólo fortalece su liderazgo en la producción de cobre, sino que también establece bases para un futuro minero innovador y ambientalmente responsable. Sin embargo, la tecnología es sólo una parte de esta ecuación.
La verdadera transformación de la autonomía radica en la transformación cultural que exige. Para los colaboradores el cambio no es simplemente técnico: implica aprender a colaborar con sistemas autónomos y adaptarse a un entorno de trabajo completamente nuevo. Los operadores de equipos auxiliares pueden encontrar cierto alivio al ver que sus habilidades son compatibles con el modelo autónomo, pero para otros, como los operadores de CAEX, la situación es distinta. En algunos casos, la reconversión de roles es viable; en otros, la obsolescencia es más difícil y los programas de autonomía deben enfrentar el reto de gestionar esta transición de manera responsable.
El éxito de esta transformación no dependerá únicamente de los avances tecnológicos, sino de la capacidad de la industria para construir una “cultura de autonomía”. Este cambio se logra con líderes comprometidos con la implementación sistemática de prácticas y herramientas, como los entrenamientos en competencias adaptativas, tanto para operadores como para supervisores y alto nivel ejecutivo, con instancias de reflexión y coordinación constantes, con alternativas responsables de reconversión, con acciones concretas para un trabajo colaborativo entre las diferentes áreas que participan en la autonomía, en síntesis, con acciones que refuercen el aprendizaje continuo y el trabajo colaborativo.
Además, esta nueva cultura exige un compromiso con el bienestar de las comunidades locales, cuya colaboración es esencial para el éxito a largo plazo. Invertir alrededor de estas zonas mineras es necesario para que estas operaciones autónomas sean vistas como un beneficio compartido, y no como operaciones desconectadas de su entorno.
La autonomía en la minería, por tanto, no es simplemente un avance hacia la eficiencia y la productividad: es una oportunidad valiosa para que Chile redefina la relación entre tecnología, personas y territorio, convirtiendo la minería en un modelo de desarrollo integral y sostenible, listo para liderar en un mundo en constante transformación.