Hace unos días fuimos testigos de la violencia y vandalismo desatados con que algunos dirigentes sindicales y trabajadores de empresas contratistas de la División Salvador de Codelco presionaban a sus empresas y a la Corporación para que concurrieran a una mesa de diálogo que revise el llamado Acuerdo Marco. Firmar el Acuerdo implica el compromiso de impulsar y materializar iniciativas orientadas a mejorar las condiciones de los trabajadores (en seguridad, salud, transporte, casas de cambio, educación, capacitación, etc.), acercándolos a los estándares de Codelco. Empresas y trabajadores reconocen y valoran los avances en estos ámbitos, pero los trabajadores exigen que también se acorten distancias en materia de remuneraciones. [1]
Entre personal propio (18.500) y contratistas (27.000), Codelco suma hoy cerca de 45.000 empleos. El problema estriba en que los 27.000 trabajadores de contratistas tienen remuneraciones más bajas que las de los propios, aún en los casos en que ambos desempeñan las mismas funciones. Qué duda cabe que esta situación es la que alimenta las movilizaciones, protestas y focos de violencia que han acompañado las peticiones de los trabajadores de las empresas contratistas. Estas aspiraciones podrán ser justas, pero no son realistas. El nivel y tasa de cambio de las remuneraciones es función del nivel y cambio de la productividad, y en este caso se trata, en general, de trabajadores de muy baja productividad. Aumentarla rápida y significativamente es uno de los desafíos que la Corporación tiene por delante.
Pero no sólo los contratistas son poco productivos. Lo es la empresa en su conjunto. En 1993 la suma de los trabajadores contratistas y propios produjo 1.200.000 toneladas de cobre, vale decir, un promedio de 67 ton por trabajador al año. Hoy es 38 ton/trabajador. La productividad de los trabajadores propios alcanzó, en promedio, 160 y 92 ton/año, respectivamente (esta última cifra es del orden de la mitad de la de Escondida).
El desplome de la productividad se explica en parte importante por la fuerte caída de las leyes de los minerales, el atraso en la puesta marcha de Gaby y Ministro Hales, que se tradujo en el estancamiento de la producción, y el aumento de dotaciones en años recientes, en particular, de los trabajadores de empresas contratistas.
Codelco ha reaccionado y está enfrentado decididamente esta crítica situación. Se ha propuesto reducir sus costos en US$1.000 millones en un año, y lo está logrando. Simultáneamente está avanzando en un ambicioso plan de inversiones (US$20.000 millones en cinco años), que está debidamente financiado y que si se ejecuta en tiempo y presupuesto, le permitirá producir a partir de 2022 dos millones de toneladas de cobre fino, de bajo costo al año.
Para alcanzar estas metas Codelco necesita el apoyo de contratistas de nivel mundial, con los cuales establecer alianzas estratégicas que se traduzcan en creación de valor para ambas partes. En el país operan empresas contratistas, chilenas y extranjeras, que están a la altura de ese desafío y hay espacio para muchas más. Para ello es imperativo reforzar y escalar los programas de formación de proveedores de clase mundial. Codelco tiene que revisar a fondo sus políticas de compras y abastecimiento, incentivando la creatividad y creación de valor. El futuro de la Corporación y el de sus contratistas y trabajadores van de la mano.
[1] El objetivo de esta columna es aprovechar el interés que suscitó el reciente conflicto entre los trabajadores de empresas contratistas de Salvador de Codelco y la administración de la misma, para identificar los problemas y posibilidades que esta modalidad de contratación le reportan a la Corporación en su conjunto.