Durante su intervención en el Congreso Expomin 2025, el economista y experto en tendencias globales, Vikram Mansharamani, ofreció una mirada crítica sobre el panorama global actual, marcado –según dijo– por una combinación de tensiones económicas, tecnológicas y sociales que están redefiniendo la manera en que entendemos el futuro.
En la oportunidad, al iniciar su exposición, el profesional afirmó que “vivimos en una época caótica. Todos lo sabemos. Lo sentimos. Lo experimentamos”.
Mansharamani planteó que los grandes eventos de los últimos años –como la inflación, el descontento social o el proteccionismo– no son las causas reales del desorden global, sino síntomas de presiones más profundas. Entre ellas, identificó cuatro: el avance acelerado de la tecnología, el exceso de deuda global, la transformación energética y el envejecimiento demográfico.
Asimismo, en la oportunidad, advirtiendo que estas tendencias están generando un desequilibrio entre oferta y demanda que podría llevarnos a un escenario deflacionario, subrayó que “la tecnología no se puede apagar«.
El experto también conectó este entorno con el auge de fenómenos como el nacionalismo y el populismo, impulsados por el malestar de las clases medias, aludiendo a cómo algunos líderes canalizan ese descontento apuntando a enemigos externos o a las élites internas.
Del mismo modo, el economista aseguró que “la clase media estadounidense no se benefició durante 40 años de globalización, pero la clase media china incorporó a cientos de millones”.
Uno de los conceptos más provocadores fue su crítica al paradigma de crecimiento global. “Dejen de hablarnos del pastel. Háblenme de mi porción”, contó, reflejando la pérdida de confianza de muchas sociedades en el libre comercio y la globalización. Esta percepción, advirtió, ha creado un clima de competencia de suma cero, donde el éxito de unos se percibe como la pérdida de otros, alimentando una nueva ola de proteccionismo a nivel mundial.
Para cerrar, Mansharamani abordó la creciente tensión entre Estados Unidos y China, calificándola directamente como una “guerra”.
“No es una rivalidad. No es una competencia. Esto es una guerra”, afirmó, apuntando a los conflictos tecnológicos, militares y espaciales entre ambas potencias. Su mensaje final fue claro: “Quiero que todos salgan de esta sesión pensando de forma diferente sobre lo que ya creían que eran los grandes riesgos del mundo”.