Reposicionar a la compañía “mirando al siglo XXI, pero preservando los valores que nos hicieron crecer”, es el desafío asumido por Juan Enrique Rassmuss y su equipo, cuando hace poco más de tres años se hizo cargo de este importante grupo de la mediana minería, tras el fallecimiento de su padre, el empresario minero Juan Rassmuss Echecopar.
La realidad financiera que vivía Cemin en 2016 los obligó a tomar medidas drásticas, pero necesarias para su sobrevivencia: cerrar tres de sus cinco operaciones, porque no eran rentables.
Esta decisión, junto con otras medidas y transformaciones implementadas en el transcurso de estos años, ha permitido enfrentar el actual escenario con una situación saneada, más sólida y con fuerte apuesta por la innovación. De hecho, en estos días esperaban tener plenamente operativa la primera mina subterránea en Sudamérica trabajada completamente con equipos automatizados: Amalia Catemu.
“La innovación no viene sólo por el tema de cómo hacer minería -acota Rassmuss-, sino también por cómo enfrentamos los desafíos de este siglo, en términos de cambio climático, uso del agua…”, un ejemplo de esto último es la operación desde hace unos meses con relaves espesados en Pullalli.
Asimismo, reconoce que esta mirada recoge su experiencia como director de Endeavor, iniciativa que apoya a emprendedores y promueve la aceleración de empresas innovadoras.
En este esfuerzo por sacar adelante a la compañía no ha estado solo; en marzo de 2018 Horacio Bruna se unió como vicepresidente ejecutivo, profesional con una vasta experiencia en diversas mineras en Chile y el extranjero, como Goldcorp, Mantos de Oro y Michilla.

Horacio Bruna y Juan Enrique Rassmuss lideran el proceso de transformación de la compañía, orientado a la minería del siglo XXI.
Conversamos con ambos ejecutivos sobre el actual momento de Cemin y los pasos que han dado para encarar el futuro.
Ajustes necesarios
El presidente de Cemin señala que cuando asumió arrastraban una situación financiera muy complicada, con un escenario deprimido para los metales. “En 2016 estábamos proyectándonos con precios del cobre de US$1,80 la libra potencialmente”, recuerda.
Hacerse cargo de esa realidad se tradujo en medidas dolorosas. “Significó dejar ir a gente que había trabajado mucho tiempo con nosotros”, grafica. Pero al mismo tiempo, comprobaron que era una empresa que tenía grandes fortalezas, y sobre esos pilares trabajaron para sacarla adelante, con un especial foco en potenciar las buenas relaciones con sus vecinos.
Horacio Bruna menciona que para él fue muy impactante descubrir que sus dos operaciones activas están en áreas agrícolas (las provincias de San Felipe y Petorca, en la Región de Valparaíso). “La empresa ha sabido convivir en forma amigable y preocupada. Hoy día tenemos una comunicación estrecha; hay prácticas que se han transformado en rutina, como contar con representantes de las comunidades que vienen mensualmente e inspeccionan con nosotros los niveles de polvo, de contaminación de los caminos; ellos nos dan la alarma ante cualquier situación. Siento que llegué a una organización que está preparada para estos cambios que exige la sociedad”, afirma.
¿Cómo ha sido el proceso de transformación? Juan Enrique Rassmuss parte señalando que en 2015 tenían un Ebitda cero, operaciones deficitarias, no contaban con reservas y tampoco se había hecho exploración durante mucho tiempo, a todo ello se añadía una deuda muy importante “que no teníamos cómo cubrir, y una organización que si bien estaba muy motivada, carecía de las competencias para enfrentarse al siglo XXI”.
En contraposición, Horacio Bruna subraya que en el caso de Amalia Catemu -una de las minas que mantuvieron activa, junto con Pullalli- “tenemos una faena subterránea modelo, que es fruto de los últimos dos años, y en gran medida de este empuje por promover la innovación. Va a operar en forma autónoma, con camiones sin choferes, scoop telecomandados, con un mínimo de gente arriesgándose dentro de la mina; nos está permitiendo situarnos en estos nuevos tiempos”.

La mina subterránea de Amalia Catemu está operando con equipos totalmente automatizados.
También están haciendo tronaduras inalámbricas desde una sala de control y trabajando con camiones que fabrican los explosivos en el punto en que se requieren.
En octubre Amalia Catemu ya estaba operando a nivel de 40.000 ton mensuales de mineral, que era la meta.
Además, Cemin cuenta con una planta piloto, “que nos permite probar nuevas tecnologías, y estamos ad portas de echar a andar la lixiviación de sulfuros. Así que realmente hay un equipo entusiasmado, con ganas de innovar y con la dirección, que los está apoyando. Estamos en otro pie, en otra actitud definitivamente”, insiste Bruna.
Retomando la exploración
Otro paso fundamental, añade Juan Enrique Rassmuss, es que en estos cuatro años han hecho una inversión muy fuerte en exploración. “Es normal para la mediana minería manejarse con uno a tres años de reservas; nosotros hoy día, en las dos minas, estamos sobre los cinco años, y expandiendo reservas permanentemente. Esa situación es la que nos pone en condiciones de hacer inversión de más largo plazo, con nueva tecnología, que nos va a dar la sustentabilidad económica para el futuro”, puntualiza.
Los recursos destinados a este objetivo fueron del orden de los US$3 millones anuales.
Para hacer frente al tema del financiamiento, ambos ejecutivos subrayan que lo hicieron mostrando resultados: “Con la generación de caja que hicimos en ese momento, con el cierre de las faenas deficitarias, con el reenfoque… Innovamos bastante en el remanejo de ripios antiguos, eso nos dio un flujo de caja muy interesante que nos permitió comenzar con estas inversiones y reducir los niveles de deuda”
Pero el camino no ha estado exento de dificultades. Por ejemplo, un 2018 complicado para el oro, por lo que se enfocaron en la producción de cobre. Por ello, enfatizan que están permanentemente revisando y optimizando sus operaciones.
Horacio Bruna agrega que los buenos resultados se logran “sabiendo priorizar y teniendo la frialdad de no hacer cosas innecesarias en un momento dado. Es decir, detener procesos y esperar mejores tiempos, focalizarse en lo más importante. Eso nos ha permitido salir adelante”.
Es así como a pesar de la coyuntura -con un menor precio del cobre-, proyectan un buen 2019, “definitivamente con números positivos”, acotan.
En cuanto a producción, esperan alcanzar las 13.000 ton de cobre fino y unas 12.000 oz de oro; un resultado algo mejor que el obtenido en 2018. “Esperamos que el año siguiente sea muy disparado”, añaden.
Nuevos desafíos
En cuanto a los próximos objetivos, Horacio Bruna plantea volver echar a andar la faena Dos Amigos (en Domeyko, provincia de Vallenar) “lo antes posible; allá está enfocada en gran medida la exploración. Es una operación muy similar a Amalia Catemu, que está solamente produciendo sulfatos y regando pilas antiguas. Una vez que logremos asegurar reservas como para justificar su puesta en marcha, queremos ponerla de nuevo en operaciones”, puntualiza. “Los recursos están, hay que convertirlos en reservas”, precisa Rassmuss.

Faena Dos Amigos
Asimismo, ven que Dos Amigos tendría un importante aporte en lo referente a compra de minerales a otros productores locales; “la comunidad nos urge que partamos luego”, concluyen.
Historia y reconocimiento
Creada en 1982, Cemin es una compañía de la mediana minería dedicada a la extracción y procesamiento de cobre y oro. Cuenta con operaciones en Catemu y Pullalli, en la Región de Valparaíso, y Domeyko, en la Región de Atacama.
La empresa fue distinguida en la reciente cena anual de Sonami con el premio Sociedad Nacional de Minería 2019, el cual busca reconocer el desempeño productivo de las empresas asociadas de la gran, mediana y pequeña minería, metálicas y no metálicas.
Actualmente el grupo cuenta con aproximadamente 700 trabajadores propios, la mayoría locales, y 383 contratistas.
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