Michelle Bachelet enfrenta la inédita salida de su equipo económico

Sep 1, 2017

La inesperada crisis de Dominga empujó a la Presidenta Bachelet a echar mano a su hombre de mayor confianza: el nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre. El gobierno buscará mitigar los costos de una crisis que cambió el plan para los últimos meses de su mandato.

(La Tercera) Poco antes del mediodía del jueves, y en un ambiente de alta emotividad, el ministro Rodrigo Valdés reunió en el piso 12 de Teatinos 120 a los funcionarios de Hacienda para hacerles un anuncio: en minutos oficializaría su renuncia a la cartera que encabezó desde el 11 de mayo de 2015.

“He tomado esta decisión debido a una serie de definiciones que han hecho imposible que pueda seguir cumpliendo mi rol como ministro de Hacienda”. Así dice parte del correo electrónico que luego enviaría a los trabajadores, cerrando por ahora el último capítulo del quiebre generado en el gobierno tras el rechazo del Comité de Ministros al proyecto minero Dominga. Con eso, Valdés se transformó en el segundo jefe de las finanzas en dejar su cargo durante el actual gobierno, situación inédita desde el retorno a la democracia.

Una hora más tarde, Valdés llegaría hasta La Moneda para participar de la ceremonia en la que la Presidenta Michelle Bachelet presentaría a su reemplazante: el hasta el jueves titular de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, quien sería reemplazado por el subsecretario de la cartera, Gabriel de la Fuente. A la salida de Valdés se sumaría la de su par de Economía, Luis Felipe Céspedes, y minutos después la del subsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, precisamente los tres funcionarios que expresaron públicamente sus reparos a la decisión del Comité de Ministros.

Pero la jornada de Valdés en el Palacio de Gobierno había comenzado muy temprano. A las 7.40 había llegado hasta el despacho de la Mandataria para terminar una conversación iniciada el día anterior. Luego de esperar cerca de 20 minutos, en una reunión que se extendió otros 50, Bachelet le comunicó que aceptaba su dimisión presentada en la víspera, constatando que la Mandataria no retrocedería un milímetro en sus apreciaciones del martes, cuando desautorizó a Valdés por sus críticas al rechazo del proyecto Dominga y, en cambio, respaldó al titular de Medio Ambiente, Marcelo Mena, uno de los artífices de la negativa al proyecto.

Tras la conversación y sin hacer declaraciones, Valdés cruzó hasta Teatinos 120, donde comunicó su salida del ministerio, que en las próximas semanas entrará de lleno en la discusión del Presupuesto, el último de este gobierno, y que debe ingresar a trámite legislativo a más tardar el 30 de septiembre.

La Presidenta Bachelet, en cambio, se trasladó hasta Santiago Centro. Al barrio Yungay, específicamente, donde la esperaba un grupo de adultos mayores. Su semblante era distendido. Saludó, sonrió, repartió besos y abrazos. “Se viene el mes de septiembre, lo que indica que ya pasamos agosto”, dijo sin abandonar la sonrisa. Así introdujo un discurso donde volvió a mandarle un mensaje entre líneas al hasta esa hora renunciado ministro. “No concibo un desarrollo a espaldas de las personas, donde solo importen los números”, cerró Bachelet antes de regresar a La Moneda para encabezar la ceremonia de cambio de gabinete.

Se impone diseño original

12.26 horas. El ministro Valdés ingresa por última vez a La Moneda con la investidura sobre sus hombros. En paralelo comienzan a arribar todos los ministros, menos uno: el ministro Mena.
En los rostros de los secretarios de Estado había seriedad. También silencio. Solo el ministro de Defensa, José Antonio Gómez, se detuvo para hablar con los periodistas. “Es claro que quien manda en el ámbito del gobierno es la Presidenta”, dijo antes de insistir: “Los ministros somos un fusible y dependemos de la confianza de ella”.

El tradicional Salón Montt Varas estaba listo para la ceremonia, había sido preparado durante toda la mañana. Minutos antes de la una de la tarde los ministros comenzaron a tomar posición.

El ambiente era muy tenso. La Mandataria ingresó con el ceño fruncido -muy distinta a como se mostró frente a los adultos mayores del barrio Yungay- y mantuvo el rictus serio durante toda la ceremonia, al igual que la mayoría de los ministros.

El momento que rompió la inercia ocurrió cuando Bachelet invitó a pasar a jurar al ahora ministro de Hacienda, el ex Segpres Nicolás Eyzaguirre. Al pararse frente a la Mandataria, el secretario de Estado la miró a los ojos y ambos esbozaron una sonrisa cómplice. La escena contagió al resto de los presentes, quienes también sonrieron nerviosamente, incluido el ahora ciudadano Valdés. Así se selló el noveno cambio de gabinete de la segunda administración de Bachelet. Y el desenlace no fue muy distinto al de los anteriores: la Mandataria optó por mantener el espíritu de su diseño político original, privilegiando personas de su exclusiva confianza.

Esto explica, decían en La Moneda, que ante la partida de Valdés, Bachelet no se decidiera por otro que no fuera Eyzaguirre, uno de los últimos “bacheletistas” más genuinos: quizás su hombre de mayor confianza en el gobierno y al que recurre en momentos de crisis. Lo hizo al iniciar su mandato, cuando dirigió la primera parte de una de sus reformas más emblemáticas, la reforma educacional. También cuando necesitó corregir el problema instalado por el nombramiento del ex diputado Jorge Insunza en Segpres -quien tuvo que renunciar después de 28 días en el cargo por su vinculación a Antofagasta Minerals – y lo hace ahora, que necesita dar señales de tranquilidad al mundo empresarial e intentar mitigar los efectos económicos de la salida de su segundo ministro de Hacienda.

Eyzaguirre jugó un rol clave, dicen en Palacio, en el diseño de la salida a esta crisis: De la Fuente, quien lo reemplazó en Segpres, es un hombre de su exclusiva confianza.

“Pido a cada uno de mis ministros y ministras concentración en el trabajo, capacidad de escuchar a las personas y espíritu unitario en cada una de las tareas que enfrentemos. Pido también que seamos capaces de transmitir en terreno y de cara a las personas la certeza de que estamos trabajando por un proyecto colectivo que pertenece mucho más que a un puñado de nombres, pues es un anhelo de nuestro país. Y sé que puedo contar con ustedes”, dijo la Mandataria a sus ministros antes de terminar la ceremonia, que duró 15 minutos.

Después vinieron los abrazos, conversaciones, y cada uno de los ministros salieron a enfrentar a la prensa.

“¿Se cambia hoy de oficina?”, le preguntaron a la salida a Eyzaguirre. “No sé, ni siquiera se dónde tengo mi abrigo”, respondió.

La ministra vocera de gobierno, Paula Narváez, realizó posteriormente una vocería que buscaba ser un corolario: “Con este cambio de gabinete damos este capítulo por cerrado y lo importante es seguir trabajando con dedicación y compromiso para cumplir con el programa de gobierno”.

Las palabras de Narváez explicitaron la señal que buscaba dar la Mandataria: que la configuración ministerial sellada ayer sea la que llegue al final del mandato en marzo próximo. Pero también sacar adelante la agenda de cierre del gobierno con la que la propia Presidenta Bachelet buscaba dejar instalado su legado y salir con una alta aprobación. No será casual, para el análisis, que esta crisis se desató justo cuando coronó uno de sus principales logros de su último año de gobierno: sacar adelante el aborto en tres causales.

Con todo, el nuevo comité político, con la incorporación de De la Fuente, almorzó en el comedor de la oficina del ministro Fernández, encuentro al que invitaron especialmente al nuevo jefe del Ministerio de Economía.

Para el análisis, los desafíos del nuevo gabinete: Eyzaguirre llega con la tarea de sacar adelante el Presupuesto 2018 y el reajuste para el sector público; mientras su reemplazante en Segpres ya definió ayer sus prioridades legislativas: terminar de sacar del Congreso las reforma que garanticen la gratuidad en la educación superior al 60% de los estudiantes más vulnerables.

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