(El Mercurio) Luego que el 25 de marzo el río Copiapó se convirtiera en un torrente de barro, piedras y desperdicios que se desbordó con una fuerza que no se le veía en décadas, poco más de una semana después volvió a ser lo que los copiapinos están más acostumbrados a ver.
Un pequeño hilo de agua barrosa en su paso por la capital de Atacama es todo lo que queda. De hecho, hasta el jueves seguía corriendo más agua por las calles de la ciudad que por el lecho propiamente tal. En unos días más, ni siquiera eso quedará y el cauce volverá a estar completamente seco.
Una muestra de que el temporal que asoló a las regiones de Atacama y Coquimbo no significó un cambio en las condiciones de sequía que han imperado en los últimos años, que se traducen en un caudal de solo 1,5 metros cúbicos (m {+3} ) por segundo.
Lo cierto es que el desolador panorama se repite bajando en el mapa. Desde Copiapó al sur, todos los ríos están cercanos a sus mínimos y a partir de la Región del Maule esto es más evidente, ya que son muy sensibles a la influencia de las precipitaciones, que fueron prácticamente nulas durante el verano.
Así lo consigna el último boletín disponible de la Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio de Obras Públicas, con la información pluviométrica, fluviométrica, estado de los embalses y aguas subterráneas en todo el país.
Falta gestión
«Como país enfrentamos una situación donde el último quinquenio móvil (años 2010 al 2014) ha sido el más seco de los últimos 80 a 100 años, pero como conjunto, ya que el año 1968 individualmente ha sido el más seco en la zona central. Esto se refleja no solo en los caudales de los ríos, sino que también en los volúmenes de agua embalsada», afirma el jefe de la división de Hidrología de la DGA, Javier Narbona.
Explica que desde 2008 y 2009, entre los ríos Copiapó y Cautín, en La Araucanía, se observa una disminución progresiva de los caudales, con mayor evidencia en las regiones de Atacama, Coquimbo y Valparaíso. ¿Las causas? Además de las evidentes escasas precipitaciones líquidas, también están los menores deshielos durante la primavera y verano.
Narbona acota que ríos como Petorca y Limarí van casi secos y no descargan al mar, excepto en la desembocadura donde afloran recuperaciones de agua, «pero siempre ha sido así, porque son ríos que se usan intensivamente para riego, no es un fenómeno de los últimos años».
Diego Castro, secretario ejecutivo de la Federación de Juntas de Vigilancia de Curicó -que agrupa a seis de estas entidades y 60 canales, que riegan aproximadamente 200 mil hectáreas-, explica que en los últimos cinco años la cuenca del río Mataquito transporta entre un 30% y 35% de su caudal normal.
«Hace dos años estuvo cortado durante un mes y medio y por primera vez no llegó al mar», comenta.
Con todo, cree que el problema de fondo -más allá de la sequía, que reconoce es una realidad- es que no están hechas las obras para aprovechar y acopiar el agua disponible. «La crisis hídrica en Copiapó es porque no se ha estudiado el comportamiento de su cuenca», asegura.
Abastecimiento
Una opinión similar tiene el presidente de la Asociación de Empresas Sanitarias, Guillermo Pickering, para quien más que la falta de recursos hídricos, la clave está en la gestión que se hace de ellos. De todas maneras, admite que si no llueve este invierno a niveles más normales, «vamos a tener problemas en el abastecimiento de agua en la zona central».
Mientras tanto, en la DGA dicen que están trabajando en el tema. «Estamos analizando y aumentando el número de estaciones de monitoreo, tomando en cuenta especialmente las zonas más críticas desde el punto de vista de la sequía, para poder mejorar la información y gestión de los recursos hídricos», concluye Narbona.