Minería suma tres años de baja en exportaciones y aportes al fisco por impuestos se han reducido a la mitad

Nov 24, 2014

El llamado "sueldo de Chile" tiene problemas. Los costos suben, las leyes del mineral bajan y hay menos empleo en el sector. Gremios y expertos alertan que solo una parte del problema es el menor precio del cobre y otros minerales. Y que hay medidas que se pueden adoptar para revertir la situación.

(El Mercurio) El «sueldo de Chile» se está achicando. Desde 2011, las exportaciones mineras están bajando y ya suman tres años de caída. Solo por menores retornos con las ventas al exterior, el país dejará de percibir este año casi US$ 7.700 millones, respecto de 2011, considerando la proyección de cerrar el año con retornos por unos US$ 41 mil millones.

Al fisco la pérdida de dinamismo del sector no le es indiferente: los impuestos que pagó la minería pasaron de US$ 10.736 millones en 2011 a casi la mitad en 2013, la última cifra disponible, de US$ 5.827 millones (ver infografía). Como nunca, inversiones mineras se han suspendido y, con el precio del cobre en retroceso, el impacto de esta caída en la industria minera en el crecimiento del país es considerable, alertan expertos del sector y gremios empresariales.

La Sociedad Nacional de Minería (Sonami) destaca que si miramos más atrás, en los últimos nueve años, es decir, el período 2005-2013, la minería generó el 15% del PIB que registró Chile, aportó el 59% de la totalidad de las exportaciones y contribuyó con el 20% del financiamiento fiscal. «La fortaleza de la minería contribuye al desempeño económico del país y por eso a Chile no le es indiferente lo que le ocurra a la minería», señala el gerente de estudios de Sonami, Álvaro Merino.

Gustavo Lagos, académico e investigador del Centro de Minería de la UC, estima que la menor inversión minera de este año le costó al país, al menos, entre 0,5% a 1% de expansión del PIB nacional, es decir, «unos US$ 3 mil millones en el PIB, siendo conservadores». Es decir, si hoy el Banco Central estima que la economía chilena crecerá entre 1,75% y 2,25% este año, ese rango podría ser hasta un 1 punto superior -2,75% y 3,25%- si es que las inversiones mineras no se hubieran ralentizado como lo hicieron.

El presidente ejecutivo del Consejo Minero, Joaquín Villarino, dice que la minería en forma directa representa el 11% del PIB, pero su efecto multiplicador llega a ser el 20% de la economía. Así, debido a la reducción de la actividad en esta industria, «el PIB del país crece a una tasa anual 0,8% más baja».

Inversiones con freno de mano

Según el Consejo Minero -agrupa a las empresas más grandes del rubro-, hoy se ejecutan proyectos valorados en US$ 16.399 millones. Se han detenido iniciativas como Pascua Lama, por problemas ambientales, que supone sobre US$ 4 mil millones, y El Morro, por diferencias con comunidades indígenas, que implican US$ 3.900 millones.

¿Poco? ¿Mucho? Que las cifras hablen. Entre el año 2004 y 2012, la minería invirtió US$ 81 mil millones, de los cuales US$ 43 mil millones se destinaron a obras de infraestructura y construcción. Hoy la cartera de inversiones del Consejo Minero considera en total proyectos por US$ 63.817 millones, lejos de los US$ 100 mil millones que se avizoraban para hacer desde 2014 al 2020.

Por eso, para Gustavo Lagos, «con solo aumentar la inversión minera la economía chilena en su conjunto podría crecer un 1% o incluso más», destaca. Reactivar no es fácil. Juan Villarzú, ex presidente de Codelco, dice que este freno en los proyectos mineros corresponde a un fin de un ciclo productivo y que como esta fase coincidió con factores internos -incertidumbre, falta de confianza, cambios legislativos- ha costado que la nueva ola de inversiones parta. «Es decir, se aceleró la desaceleración y nos estamos quedando rezagados en la minería», comenta.

Lagos apunta a que la dificultad de invertir en minería estriba en problemas estructurales, como la falta de energía y una menor productividad del país versus sus competidores, como EE.UU., Canadá y Australia. Ejecutivos de grandes empresas han señalado que mientras los salarios de los trabajadores mineros chilenos son similares a los de esos países medidos en dólares, su productividad es la mitad. En términos de empleo, los trabajadores directos de la minería han bajado 6%, 19 mil personas menos entre 2012 y julio de 2014, llegando solo a 231 mil, según cifras del INE y Cochilco recopiladas por el Consejo Minero. También hay impacto en empleos indirectos, donde se han perdido 48 mil puestos en dos años.

Cobre no subirá y proyectos siguen en carpeta

Las proyecciones del precio del cobre para los próximos años no son tan alentadoras. Cochilco mantuvo las proyecciones de precio del cobre para los años 2014 y 2015 en US$ 3,12 y US$ 3, respectivamente. El académico Gustavo Lagos también estima un cobre en esos rangos para los próximos años. Este nivel de precios sería alto si no fuera porque las menores leyes del mineral y los costos cada vez más altos han hecho que Chile pierda competitividad en la industria minera global.

El Consejo Minero acota que entre 2003 y 2008 Chile era más competitivo que el resto de los productores del mundo, pero la situación se revirtió a partir de ese año, y el país es casi 11,1% menos competitivo en promedio que sus competidores de otros países del planeta. Hoy en Chile producir una libra de cobre cuesta en promedio US$ 2,5 y hace una década costaba solamente US$ 0,65 la libra.

Joaquín Villarino, del Consejo Minero, precisa que «desde hace 3 años venimos sosteniendo que se necesita un suministro energético más seguro y de menor costo, lo que además condiciona el acceso al agua», dice y plantea que se debe abordar también la brecha entre productividad laboral y remuneraciones, y dar más certeza y celeridad a las autorizaciones ambientales.

«La agenda de reformas, con toda su legitimidad, introduce dificultades e incertidumbres adicionales al desarrollo del sector». Y si bien señala que han entregado sus observaciones a las autoridades pertinentes, «a veces nos quedamos con la impresión de no lograr transmitir que las nuevas regulaciones, aun con la mejor de las intenciones, si son imprecisas, insuficientemente fundadas o si dejan excesivos márgenes de discrecionalidad, no logran sus objetivos y de pasada introducen ineficiencias que terminan resultando perjudiciales para todos».

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