La tradición que renace en la sal

Feb 17, 2014

Herramientas de fabricación propia y un trabajo centenario caracterizan a los salineros de la VI Región, que han sido reimpulsados como patrimonio gracias a una planta de procesamiento.

(La Tercera) Con tres meses en el año, cuando la costa del sector de Bucalemu aparece blanca como si estuviera cubierta por la nieve. Allí, casi un centenar de hombres siembran y cosechan estas parcelas que reflejan el cielo como un espejo. Son los salineros de la VI Región, tesoros vivos de la humanidad, una especie en extinción que ahora es reimpulsada por el Estado para seguir adelante con su esforzado oficio: la producción artesanal de sal de mar.

La tradición se remonta desde el imperio Inca, según textos de la historia de Pichilemu, y consiste en “secar el mar”. El proceso completo puede durar seis meses y la cosecha normalmente es realizada durante 30 días. Y es que estos hombres son una especie de “mineros del agua”, como los llaman. Los salineros trabajan como agricultores y producen cristales. No es contradictorio que compartan raíces de los dos mundos.

Después del terremoto de 2010, las parcelas-como se les llama a los depósitos de agua de mar- fueron inundadas y la producción de ese año se estropeó. Los salineros pensaron en emigrar, hasta que un impulso del Ministerio de Minería y la Corfo los ayudó a reactivar el oficio. La compra de varias máquinas para, entre otras cosas, yodar la sal, terminó en la creación de una planta procesadora de sal de mar que, habilitada a inicios de 2013, favorece a las asociaciones de salineros de Cáhuil, Lo Valdivia y Boyeruca, ubicadas en las cuencas de Pichilemu y Paredones.

De las 120 hectáreas que tienen las salinas, 90 son explotadas de manera artesanal. La planta procesadora transforma la materia prima y le da a la sal las especificaciones técnicas para poder ser comercializada y consumida.

El proyecto siguió avanzando y en 2013 la sal se convirtió en un producto gourmet. Con varias especias y guardada en barricas de vino, el producto del oficio incluso llegó a exportarse. “Estamos felices y orgullos de este nuevo salto que han dado los salineros, porque no sólo consolidan el desarrollo de este producto, sino que también conservan por varias generaciones más esta tradición de los mineros del mar”, dijo el ministro de Minería, Hernán de Solminihac.

La producción actual de la planta es de seis mil toneladas de sal por temporada y, según sus proyecciones de crecimiento, aumentaría a las ocho mil.

Gaviota. En lengua mapudungun Cáhuil significa gaviota. Y no es coincidencia que esta provincia reciba olas y pájaros marinos. El mar inunda la laguna y llega la temporada de cosecha. Los salineros continúan con su rutina. Jorge Acevedo se levanta todas las mañanas apenas sale el sol. Trabaja hasta 14 horas diarias, desde hace 55 años. Hoy tiene 67 y sigue laborando en la sal. Sus herramientas son de fabricación propia. Su rastrillo y pala, hechas de madera por él mismo, lo aguardan en la faena de retirar los cristales de sal. Como él, otros 80 hombres se dedican al mismo oficio. Varios de ellos se han unido a la sociedad “Ancestros del Pacífico”, que trabaja en conjunto con la planta. Luis Muñoz forma parte del grupo y preside a los salineros de Lo Valdivia y Nilahue. Para él, la procesadora les ha permitido rescatar y revalorar este oficio. “Nos da identidad y posiciona como la única sal de mar. Y lo otro es que nuestro valor agregado es mucho más grande”, sostiene.

En mayo de 2013, la sociedad de salineros consiguió una nueva cosecha. El Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) entregó el certificado “Sello de Origen” a la sal de mar de Cáhuil, Boyeruca y Lo Valdivia, como el primer producto minero no tradicional y único de este tipo en el mundo.

El gerente general de la firma que congrega a los hombres de la sal, Alejandro Chaparro, cree que este último hecho impulsó considerablemente las ventas y fue un estímulo para los salineros. “La marca Ancestros del Pacífico es propiedad de los salineros y de alguna forma viene a reivindicar su posición. Es un patrimonio nacional que se está pudiendo reflotar a través de productos propios”, concluyó Chaparro.

Los primeros días de la cosecha comienzan y una primera sal fina se recolecta. Esa espuma, la “flor de sal”, es sólo el inicio de una nueva temporada.

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