El tema de la inversión y la caída del crecimiento del PIB ha estado en el tapete el último tiempo. Con bastante frecuencia leemos a analistas y autoridades de gobierno pronosticar una pronta recuperación de la tasa de crecimiento del PIB, basados en indicadores como el precio del dólar, el mayor gasto fiscal o el precio del petróleo, sin prestar mayor atención a un factor que ha sido determinante en el crecimiento del producto chileno de las últimas décadas: la inversión en capital fijo.
A fines de 2014 Latin-Concensus Forecast (LCF) publicó que se habían completado cinco trimestres de caída de la inversión. A principios de 2015 ya habíamos completado seis trimestres. Si bien es cierto que indicadores como los arriba mencionados son relevantes para estimar la inversión futura, hay que prestar atención también a indicadores de diseño, ya que toda inversión en capital fijo conlleva un período de diseño previo a que se materialicen los grandes desembolsos a los que se refieren las cifras citadas por LCF.
La Asociación de Empresas Consultoras de Ingeniería (AIC) lleva trimestralmente esos indicadores, que para el sector privado (responsable del 74% de la inversión en el país) muestran una caída de 69,7% desde el tercer trimestre de 2011, es decir, 13 trimestres de baja casi continua de la actividad. En general, se habla de un desfase de uno a dos años entre que se realizan los diseños y se materializa la inversión, lo que coincide con los siete trimestres que se deducen de las cifras anteriores.
[Bastante antes de las elecciones, cuando la inversión no era tema para ninguno de los candidatos, la AIC predijo que, quienquiera que resultara electo, tendría los problemas que hoy enfrenta el Gobierno por la caída de la inversión.]
La mala noticia es que el indicador de diseño volvió a caer el cuarto trimestre de 2014 y, con excepción de los esfuerzos del Gobierno por reactivar la inversión pública, que en las últimas décadas ha representado una fracción menor de la inversión total, no se aprecia ningún signo de reactivación en la actividad de diseño. Dado que sin ella no hay construcción ni compras de equipos, no existe posibilidad alguna de que se reactive la inversión de capital en el país antes de un par de años.
Si tuviéramos la suerte, poco probable, de ver un aumento de estos indicadores hacia mediados de este año, podríamos esperar que en siete trimestres más, es decir recién en 2017, el país comience a sentir los efectos de un aumento de la inversión, con el consiguiente impacto en la tasa de crecimiento del Producto, tal como ha ocurrido en las últimas décadas. Respecto de los otros factores que influyen en la tasa de crecimiento económico, el tamaño de la masa laboral y la productividad total de factores, sólo crece marginalmente el primero y, a pesar de los destacables esfuerzos que realiza el Gobierno por hacer de éste un país más productivo, es difícil que podamos ver un aumento importante de la productividad antes de una década. Como la inversión seguirá frenada por al menos dos años, las expectativas de volver a ver tasas interesantes de crecimiento del Producto dentro de los próximos años son escasas. Lo más probable es que éstas se mantengan dentro de los niveles actuales o inferiores.
El Gobierno debiera prestar más atención al carácter predictor de las cifras de la AIC. Con mucha anticipación, bastante antes de las elecciones, cuando la inversión no era tema para ninguno de los candidatos, la AIC predijo que, quienquiera que resultara electo, tendría los problemas que hoy enfrenta el Gobierno por la caída de la inversión. Hay que prestarles atención para no cifrarse falsas expectativas de recuperación y cuidar los ahorros que gracias a los años de bonanza anteriores pudimos acumular.