Comunidades: tema obligado

Jul 11, 2016

En la relación con las comunidades no se trata sólo de contar con información adecuada. Ésta debe estar al servicio de ciertos principios, sin los cuales será difícil generar relaciones virtuosas.

Desde hace un tiempo a esta parte no hay seminario o conferencia minera que no tenga un panel sobre comunidades. “La relación con las comunidades es hoy lo más crítico”, coinciden todos en forma categórica. Paradójicamente, igual de categórico es el signo de interrogación sobre cómo abordar con éxito esa relación. ¿Cuál es la receta?, la pregunta se repite una y otra vez.

Naturalmente, la respuesta es que no existe una receta ni una fórmula mágica. Pero sí hay algunos ingredientes que parecen indispensables en cualquier planificación.

Lo primero para una empresa o proyecto es conocer bien su entorno. Esto, por cierto, no tiene nada de nuevo. Lo que sí es novedoso es qué se entiende exactamente por ‘conocer bien el entorno’. Las empresas tienen aquí un sesgo natural: hacer un abordaje eminentemente técnico de las interacciones con el entorno social y ambiental, donde priman datos duros y elementos ‘objetivos’. Tal vez el gran desafío en esta dimensión es ser capaces de identificar y abordar asertivamente las ‘percepciones’ de las comunidades, con todo lo subjetivas y cambiantes que aquéllas puedan ser.

Otro aspecto clave es contar con un buen diagnóstico acerca de las principales dinámicas y tendencias que se observan hoy en las relaciones con las comunidades. Un buen ejemplo de esto es lo que está ocurriendo con la consulta indígena. Los procesos de consulta que se han llevado a cabo en el marco de la evaluación ambiental de proyectos mineros aportan valiosa evidencia acerca de la forma en que las organizaciones indígenas enfrentan estos procesos y los incentivos que se están generando. Hacer una ‘buena lectura’ de estas dinámicas es clave para diseñar estrategias de relacionamiento comunitario que sintonicen adecuadamente con la realidad actual.

Hasta aquí estamos hablando de contar con información oportuna y de calidad que permita tomar buenas decisiones. Pero en la relación con las comunidades no se trata sólo de contar con información adecuada. Ésta debe estar al servicio de ciertos principios, sin los cuales será difícil generar relaciones virtuosas. Respeto, diálogo genuino y búsqueda de beneficios mutuos es la tríada clave.

El respeto es lo primero, porque implica reconocer al otro en sus derechos, intereses y prioridades. Sin esta verdadera ‘base moral’ es difícil generar un diálogo genuino con las comunidades.

Por su parte, un diálogo genuino debe partir por los impactos que genera un proyecto u operación: la principal responsabilidad de una empresa es evitar, minimizar o mitigar eficazmente esos impactos. Pero el diálogo también debe buscar una mirada consensuada sobre el tipo de desarrollo al que aspiran las comunidades, lo que implica dejar atrás la mirada tradicional según la cual la empresa es la que ‘trae el desarrollo’ con sus fuentes de trabajo y fondos para desarrollo de proyectos. Esta nueva mirada sobre el desarrollo va de la mano con la expectativa que hoy tienen las comunidades en orden a participar en los beneficios económicos que generan los proyectos, nuevamente superando la lógica convencional de la creación de oportunidades laborales.

Por último, para que este diálogo sea fecundo se requiere algo más que los principios básicos ya señalados. Hoy existe además un fuerte acento en lo que podríamos llamar ‘principios metodológicos’, que miran más a los procesos que a los resultados. Estamos hablando de rendición de cuentas, transparencia y credibilidad, principios que son claves para la generación de confianzas y, por cierto, para avanzar hacia ese diálogo genuino del que estábamos hablando.

 

Sebastián Donoso

Sebastián Donoso es abogado, especialista en Asuntos Indígenas y Comunidades.

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